Page 425 - Egipto TOMO 2
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TEBAS                      339
             las piedras que se hallan junto al borde del camino; bandadas de águilas que, posadas en fila,
             descansan sobre las rocas que circuyen el barranco  , y por  la mañana antes de la salida del
             sol, y  por la tarde después de anochecido, numerosos chacales que durante el dia se ocultan
             en el interior de las tumbas ó en las hendiduras de los peñascos. La mirada no encuentra
             cosa alguna que ofrezca un aspecto agradable: cantos rodados, silíceos, de color negruzco,
             incrustados en los bloques de reluciente calcárea, parecen al viajero otros tantos ojos que le
             contemplan con siniestra mirada.
               A la hora del medio dia el calor es
             sofocante, porque las rocas, heridas
             por los rayos del sol, parecen otros
             tantos hornos que caldean el estrecho
             barranco.  Este se prolonga en un
             lugar en que  se junta á un  valle
             transversal que  se  dirige hácia  el
             Oeste,  el cual guarda las más an-
             tiguas tumbas reales.  Dejárnoslo á
             nuestra derecha, y no tardamos en
             descubrir á algunos piés debajo del
             nivel del suelo  la abertura de una
                                 otra.
             gruta, y luego otra, y otra y
             Todas  esas puertas son más  altas
             que las de las tumbas de particulares
             ricos que hemos  visto en Abd el-
             Kurna. Los griegos dieron á dichas
             grutas  el nombre de siringes; y en
             efecto, la pared formada por la mon-
             taña de Biban el-Muluk semeja una
             flauta de Pan en que los agujeros
             estuviesen colocados el uno  al lado
             del otro. Echamos pié á tierra, puesto
             que distinguíamos aun de léjos. el nú-
                     sabíamos que esta gruta
             mero 17, y
             décimasétima, mandada practicar por Seti  I para su momia, sobrepuja  a  las demas en
                    magnitud. La tumba de Ramsés III, sólo en muy poco le cede: lleva el número 11
             belleza y
             y se lo debe al inglés Wilkinson, que numeró las siringes de Biban el-Muluk.
               Largas semanas hemos consagrado al estudio de estas tumbas; mas aun empleando otros
             tantos años, habríanos sido imposible copiar las innumerables inscripciones que cubren su&
             paredes. La más antigua, entre las diferentes tumbas que se encuentran en esta región del
             Valle de los Muertos, es la de Seti I: no ha sido posible descubrir el lugar en que reposa su
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