Page 424 - Egipto TOMO 2
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338 TEBAS
En efecto, despréndese de ellas un olor penetrante y repugnante sobre toda ponderación, y no
es cosa hacedera el trabajar ó copiar en el interior de las mismas cuando esos animalejos,
espantados por la luz de las antorchas, revolotean desatentados de aquí para allá, llegando al
extremo de extinguir las bujías, ó de agarrarse á las barbas del curioso investigador, como le
ha sucedido más de una vez al autor de las presentes líneas. Por lo demás, no son tan malos
como se dice, puesto que basta con sacudirles una manotada, para que suelten la presa.
El-Assassif se une á Drah abu ’1 Negga, cuyo suelo accidentado ha sido removido por las
excavaciones de Mariette. Este sitio contiene las tumbas más antiguas de Tébas: hánse
encontrado en él los sepulcros de los Antefs de la dinastía undécima, conservados en París y
en Leiden, así como la momia ricamente decorada de la reina Aah-hotep. Según parece,
desde los tiempos de dicha reina empezó á darse más importancia á la ornamentación del
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cuerpo que á la del sepulcro, que, en los tiempos anteriores la décimaoctava dinastía,
afectaba frecuentemente, y aquí mismo se nos ofrecen pruebas de ello, la forma de una
pirámide levantada sobre una base cuadrada.
Para penetrar en el valle de los Reyes puede tomarse indistintamente un camino corto, si
bien difícil, á través de la montaña que separa el-ikssassif de Biban el-Muluk, ó marchar por
la llanura, siguiendo el camino faraónico que desemboca un poco al Norte de la Casa ele Seti
y conduce á este barranco de aspecto agreste y salvaje. Si se elige el sendero escarpado,
puede disfrutarse el magnífico espectáculo que ofrece el anfiteatro de peñascos que llenan las
inmensas ruinas de Der el-Bachri, y á mayor distancia rodean la necrópolis el Nilo y los
cuarteles orientales de Tébas. Por nuestra parte aprovecharemos el de la llanura, para
el conocido camino por medio del cual llegaban en otro
contemplar la garganta de piedra y
tiempo al valle de la Muerte los soberbios convoyes que conducían las momias faraónicas.
El autor de este libro recordaba el sitio más estrecho de este famoso desfiladero, tan magis-
tralmente reproducido por el lápiz del pintor Werner, cuando describía el accidente sobre-
venido al carro de Paaker, y hacia derribar á Uarda por los caballos de la hija del gran
Rarnsés L
El barranco que se abre detrás de esta puerta de peñascos es un verdadero valle de la
muerte. Las paredes de calcárea, desnudas y amarillas, rayadas de negro, y de un negro tan
intenso que no parecen sino quemaduras producidas por el sol, ciérranlo estrechamente por
todos lados, acercándose ó alejándose unas de otras; pero sin separarse jamás á gran
distancia. En cuanto descubre la mirada no se distingue señal alguna de vida; pues ni la
planta más humilde echa raíces en las grietas existentes en las vertientes de la montaña, ni
en la tierra que hay en el fondo del barranco: dijérase que las fuerzas productoras de la
Naturaleza están heridas de impotencia en este valle de la Muerte. Y sin embargo, no faltan
en él habitantes que gozan de vida: de cuando en cuando puede el viajero contemplar ora una
culebra que se arrastra sobre la ardiente arena; ora un escorpión que corre á ocultarse entre
Se alude á las primeras escenas de la novela Uarda publicada en 1877 por Ebers.
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