Page 449 - Egipto TOMO 2
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362           DE LA CIUDAD DE AMGN A LA CATASATA
                 calzada de un camino real. Detrás de él y á cubierto de todo ataque levantábanse templos
                                                                         y
                 reales palacios hoy totalmente destruidos,
                                           y en él abroquelados, podian encontrar asilo seguro
                                             millares de egipcios en  la hora del peligro.
                                             Los ladrillos sin inscripciones de que está for-
                                             mado el muro exterior, no pueden revelarnos
                                             la época de su construcción  ; pero el valle de
                                             el-Ivab es rico en monumentos que nos dicen
                                             que la antigua Xeeheb existia ya en tiempo de
                                             los constructores de pirámides, siendo célebre
                                             por el santuario de la diosa del Sur, con cuyo
                                             nombre se distingue.
                                                Una excursión al Este, hácia la montaña
                                             arábiga, proporciona abundante cosecha para
                                             el amigo de  la antigüedad, del mismo modo
                                             que para el geólogo  : en parte alguna del valle
                                             del Nilo hemos podido contemplar tantos restos
                                             fósiles sobre la superficie del suelo, y pocas
                                             ruinas nos han proporcionado un tesoro más
                                             rico de inscripciones importantísimas. Estas se
                             COLUMPIO
                                             encuentran sobre los denudados flancos de dos
                 eminencias peñascosas; sobre pequeñas construcciones en forma de templo, que no carecen
                 de valor para la historia del arte; y un poco más lejos, en diferentes tumbas del mayor
                 interés. La capilla cúbica que  el gran Ramsés dedicó al
                 dios-luna Thot es pequeñísima:  el templo levantado en el
                 desierto en que Thutmosis IV y su hijo Amenofis III em-
                 plearon por vez postrera la columna poligonal de diez y
                 seis lados, adornada como en Der el-Bachri con la máscara
                 de Hathor, es relativamente pequeño. Este motivo de deco-
                 ración tan frecuente en Denderah, sólo volvió á tomarse en
                 tiempo de los Tolomeos, después de muchos siglos de ha-
                 berse abandonado: todavía volvió á modelarse, con ligeras
                 modificaciones, para hacer lo que se ha llamado columnas
                 con capiteles de Hathor. Entre el pequeño templo de la di-
                 nastía décimaoctava y  la capilla de Ramsés II, levántanse
                 en los mismos límites del desierto dos colinas de rocas
                 desnudas, sobre las cuales han trazado inscripciones, más
                 ó ménos rudamente ejecutadas, centenares de  egipcios,  caballitos del tío vivo
                 contemporáneos de  los constructores de pirámides. De muchas de  ellas logramos sacar
                 calcos, no  obstante  el tempestuoso  viento que  se oponía á nuestra  tarea.  Resulta de
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