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360 DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATARATA
extremada, desplegando una pasión tal, que sin oponerse á la gracia, llega á arrebatarlas en
ocasiones hasta los límites del furor, con notorio perjuicio de los encantos de la belleza. De
cuantos músicos acompañantes hemos tenido ocasión de escuchar, uño solo ha logrado
impresionarnos hondamente: era éste un anciano tañedor de rebab, de Luqsor, el cual
pulsaba su pequeño instrumento con tal habilidad y destreza, que cuantos europeos le
escuchaban, unian entusiasmados sus aplausos á los repetidos ja-salam de sus admiradores
árabes. Un rasgo hay que caracteriza hasta á los cantores y cantatrices más humildes,
es decir, á aquellos que no cuentan con más acompañamiento para su voz , que el son
monótono y desapacible de la darabukka, y el palmoteo acompasado, y cuyas danzas, lejos
de despertar sentimiento alguno agradable , producen más bien una impresión de disgusto , el
cual consiste en la posesión de un instinto perfecto de la medida , y la facultad de apoderarse
completamente del espíritu que se encierra en las escenas que deben representar. Los
egipcios modernos, en lo cual se parecen á sus antiguos predecesores, son un pueblo
eminentemente músico: las clases obreras, especialmente los marineros , siempre trabajan
cantando; la música es el acompañamiento obligado de todas sus diversiones, y hasta de las
narraciones del cuenta historias, en derredor del cual gustan sentarse, cuando han cesado los
rumores del dia. Esos artistas de prima noche, pertenecen también á la corporación de los
músicos, y se los encuentra delante de las puertas de los cafés, situados en tabladillos
cubiertos de tapices. Ordinariamente son dos, uno de los cuales acompaña al narrador,
valiéndose del rebab, especie de viola que se toca con el arco como el violoncello. El asunto
de sus narraciones varía; pues también en esto hay modas en Egipto como en Europa: al
presente están en boga las leyendas caballerescas de Antar, Seif-el-Jezen y Abu-Zeid, leyendas
que ocupan el puesto de los maravillosos cuentos de Scheherzad. ¡Con qué placer invitaría-
mos al lector á escuchar con nosotros esos bellísimos poemas á los cuales presta color un
ambiente caliginoso y un cielo tachonado de rutilantes estrellas, ó á acompañarnos á las
afueras de la población para contemplar con nosotros el espectáculo que todos los años , en tal
dia como hoy, aniversario del nacimiento del profeta, atrae á los habitantes de Esne, como á
los del Cairo, al lugar en que se celebra la fiesta, de la cual constituyen parte integrante los
muchachos que henchidos de gozo se mecen en los columpios, ó dan vueltas, montados en los
caballitos de madera de un ingenioso artificio! Pero el tiempo apremia, ni siquiera espacio
tenemos para acompañar al lector á través del bellísimo jardín que rodea el castillo del virev;
á los bazares; á las iglesias coptas; á la plaza del mercado. Hase levantado el viento Norte y
debemos aprovecharlo para visitar, al amanecer del nuevo dia, los monumentos de la antigua
Necheb, hov dia el Kab, es decir, la ciudad de la cual al parecer ha salido la actual Esne.
Conseguimos nuestro intento ántes de la salida del sol, desembarcamos en la ribera
derecha v corrimos á examinar los restos de la fortaleza de Necheb. Es un recinto cuadrado
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del cual puede decirse sin exageración que no tiene par, pues cada uno de sus lados mide
seiscientos cuarenta metros de largo, por once metros cincuenta de espesor, de suerte que
pueden pasar de frente sobre estos muros varias carretas, del mismo modo que sobre la