Page 447 - Egipto TOMO 2
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360           DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATARATA
                  extremada, desplegando una pasión tal, que sin oponerse á la gracia, llega á arrebatarlas en
                  ocasiones hasta los límites del furor, con notorio perjuicio de los encantos de la belleza. De
                  cuantos músicos acompañantes hemos tenido ocasión de escuchar, uño  solo ha logrado
                  impresionarnos hondamente:  era éste un anciano tañedor de rebab, de Luqsor,  el cual
                  pulsaba su pequeño instrumento con  tal habilidad y  destreza, que cuantos europeos  le
                  escuchaban, unian entusiasmados sus aplausos á los repetidos ja-salam de sus admiradores
                  árabes. Un rasgo hay que caracteriza hasta á los cantores y cantatrices más humildes,
                  es decir, á aquellos que no cuentan con más acompañamiento para su voz , que  el son
                  monótono y desapacible de la darabukka,  y  el palmoteo acompasado, y cuyas danzas, lejos
                  de despertar sentimiento alguno agradable  , producen más bien una impresión de disgusto , el
                  cual consiste en la posesión de un instinto perfecto de la medida , y la facultad de apoderarse
                  completamente del  espíritu que se encierra en  las escenas que deben representar. Los
                  egipcios modernos,  en  lo cual se parecen á sus antiguos predecesores,  son un pueblo
                  eminentemente músico:  las clases obreras, especialmente los marineros , siempre trabajan
                  cantando; la música es el acompañamiento obligado de todas sus diversiones, y hasta de las
                  narraciones del cuenta historias, en derredor del cual gustan sentarse, cuando han cesado los
                  rumores del dia. Esos artistas de prima noche, pertenecen también á la corporación de los
                  músicos, y se los encuentra delante de las puertas de los cafés, situados en tabladillos
                  cubiertos de tapices.  Ordinariamente son dos, uno de los cuales acompaña  al narrador,
                  valiéndose del rebab, especie de viola que se toca con el arco como el violoncello. El asunto
                  de sus narraciones varía; pues también en esto hay modas en Egipto como en Europa:  al
                  presente están en boga las leyendas caballerescas de Antar, Seif-el-Jezen y Abu-Zeid, leyendas
                  que ocupan el puesto de los maravillosos cuentos de Scheherzad.  ¡Con qué placer invitaría-
                  mos al lector á escuchar con nosotros esos bellísimos poemas á los cuales presta color un
                  ambiente caliginoso y un  cielo tachonado de rutilantes estrellas, ó á acompañarnos á las
                  afueras de la población para contemplar con nosotros el espectáculo que todos los años  , en tal
                  dia como hoy, aniversario del nacimiento del profeta, atrae á los habitantes de Esne, como á
                  los del Cairo,  al lugar en que se celebra la fiesta, de la cual constituyen parte integrante los
                  muchachos que henchidos de gozo se mecen en los columpios, ó dan vueltas, montados en los
                  caballitos de madera de un ingenioso artificio! Pero el tiempo apremia, ni siquiera espacio
                  tenemos para acompañar al lector á través del bellísimo jardín que rodea el castillo del virev;
                  á los bazares; á las iglesias coptas; á la plaza del mercado. Hase levantado el viento Norte y
                  debemos aprovecharlo para visitar, al amanecer del nuevo dia, los monumentos de la antigua
                  Necheb, hov dia el Kab, es decir, la ciudad de la cual al parecer ha salido la actual Esne.
                    Conseguimos nuestro intento ántes de la salida del sol, desembarcamos en  la ribera
                  derecha v corrimos á examinar los restos de la fortaleza de Necheb. Es un recinto cuadrado
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                  del cual puede decirse sin exageración que no tiene par, pues cada uno de sus lados mide
                  seiscientos cuarenta metros de largo, por once metros cincuenta de espesor, de suerte que
                  pueden pasar de frente sobre estos muros varias carretas, del mismo modo que sobre la
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