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DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATARATA 363
ellas, que desde esos remotos tiempos el culto de la blanca Xecheb, ó más bien la luminosa
diosa de la Luna, atraia á estos lugares numerosos peregrinos, que á la suave luz del
astro de la noche, hacían en el desierto ofrendas en honor de los muertos. De regreso
echamos una ojeada sobre el templo abierto en la peña por el tercero de los Ramsés y
decorado nuevamente por Tolomeo IX Physcon, y después exploramos la línea de las tumbas
que miran al Nilo, abiertas para los miembros, hombres y mujeres, de una gran familia, que
durante la paz, servían á Necheb en calidad de sacerdotes y sacerdotisas, y al Faraón como
preceptores y nodrizas de sus hijos, y en tiempo de guerra se distinguieron en los bata-
llones de tropas escogidas
que libertaron el Egipto de la
dominación de los Hyksos.
De esto no puede dudarse en
manera alguna, especial-
mente por lo cjue se refiere
al capitán de navio Ahadmes,
hijo de Abna. que bajo el
dominio del primero de los
reyes de aquel nombre asis-
tió al asedio de Aoaris, la
fortaleza de los enemigos,
distinguiéndose tan especial-
mente durante todo el curso
de la guerra de la indepen-
dencia, que mereció las más
honrosas distinciones, según
en otro lugar dejamos refe-
rido. La inscripción fúnebre
de su padre Abna nos revela
que en su tiempo el Egipto se
vio desolado durante muchos FELAH, NATURAL DE EL-KAB
años, achu rompitu, á consecuencia de la plaga del hambre. H. Brusgch ha pretendido
probar v no sin visos de razón, que este tiempo de miseria coi responde a los siete anos de
escasez, de los cuales Josef, el hijo de Jacob, supo tan hábilmente apiovecharso en beneficio
del Faraón. Las demás siringes de el-Kab pertenecen en su mayor parte á funcionarios de
grandes haberes, enlajados por estrecho vinculo de parentesco con el capitán de navio A^bna.
Vense en ellas gran número de interesantes escenas referentes á la vida privada de los
antiguos egipcios, entre ellas un cuadro que representa la recolección de la cosecha, al lado
del cual se lee aun el estribillo que los campesinos solian cantar en tanto que los bueyes
trillaban el trigo. Esa muestra de poesía popular egipcia encierra ya las asonancias casi