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358 DE LA CIUDAD DE ALTON A LA CATARATA
Europa, las mujeres llevan gran ventaja á los hombres en número y en reputación, en el
concepto de la buena sociedad. Las más distinguidas se llaman aicalim, en singular almea,
la mujer instruida, que ha recibido educación. Por punto general su vida comienza en casa
de una persona de calidad que las abandona, en cuanto se ha marchitado el primer frescor de
sus encantos: entonces adoptan su nombre, que conservan para sus conocidos, y se presentan
en público alcanzando mayor ó menor éxito. Son elemento indispensable en todas las fiestas,
especialmente en las bodas: cantan en el harem delante de las mujeres y hasta delante de
y
los hombres, pero ocultas detrás de un tapiz ó de los pliegues de una antepuerta. En cuanto
han logrado hacerse una reputación, se les dispensan honras y consideraciones, verdadera-
mente extraordinarias; cásanse, con el objeto de tener un hombre que las proteja, y cuando
desaparecen la frescura de su voz y la flexibilidad de su garganta, se retiran á la vida-
privada, donde acaban sus dias en medio del reposo y del aprecio universal. Si no logran
alcanzar un éxito brillante , deben contentarse con cantar en los cafés y vivir de las limosnas
de los concurrentes. En estos últimos años la más célebre de todas, era una mujer
verdaderamente notable, que se dio á sí misma el nombre de Almás el diamante, cuyo
retrato reproducimos del pintado para el vire y por el aleman Lorie. Por lo que á nosotros
toca, no podemos alabarnos de haber oido á la Diamante; pero el pintor Gentz ha tenido esta
satisfacción, y además la de dibujar ó retratar á la cantatriz. Según nos dijo, la vio en una
reunión que se daba en la casa de un rico cairota. Semioculta tras una cortina, sólo cantaba
algunas estrofas, creciendo el fuego y pasión de su canto al compás del entusiasmo y de los
frenéticos aplausos del auditorio. Xo nos sentimos con fuerzas para privar á nuestros lectores
de la descripción del ingenioso Gentz: — «Dios te demuestre su aprobación, exclamaba éste;
tortolilla enamorada, interrumpía un
» canta, canta, ruiseñor de los verjeles, decía otro;
» tercero, embriáganos de amor con tu cariñoso arrullo. — Y en efecto, dijérase que al par y
» brotando de unos mismos labios, oíanse los arrullos seductores de la tórtola enamorada, los
» armoniosos trinos del ruiseñor, el gorjeo cadencioso de los cantores de la enramada. Y de
»la propia manera que el ruiseñor trueca sus trinos entusiasmados en plañidera lamentación,
»que en medio del silencio de la noche se pierde en lontananza, para comenzar de nuevo con
»mavor brío y entusiasmo, la apasionada Almás suspendía á intervalos su canto, al parecer
» llevada de la inspiración del momento, sin obedecer á regla alguna; mas en realidad
» teniendo conciencia perfecta del efecto que en el auditorio debía producir; pues habia
» aprendido este artificio del mismo Bulbul, ó del diamante, que no arroja continuamente sus
» luces deslumbradoras. Cuando comenzó de nuevo dejando oir estas palabras: «Pasé á tu
»lado, dejé oir mi arrullo, llamóte como tórtola enamorada, mas permaneciste sordo á mis
» suspiros,» fué tan profunda la emoción, que al tocar á su término la apasionada romanza,
» fueron muchos los oyentes que prorumpieron en sollozos... El entusiasmo llegó á su punto
» más elevado, cuando la cantatriz refirió la historia de su vida. Joven y bella, fijóse en un
» persa, un médico, por el cual sintió una pasión devoradora, y creyó que uniéndose á él por
» medio de sagrado vínculo, experimentarla toda la felicidad del amor. Mas «su dulce