Page 493 - Egipto TOMO 2
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DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATAEATA
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                 objeto de que no pudieran escapar del lugar de su destierro, levantóse este muro formidable.
                 Sea como quiera, el país comarcano, según antes indicábamos, es de cada Aez más desieito
                  solitario: el sol de mediodía hiere con sus ardientes rayos los dos lados del camino; el Mentó
                 y                            animales desean con afan el agua, sedientos
                 levanta nubes de polvo abrasador, y  hombres y
                  fatigados dimos la vuelta á un peñasco enorme que cerraba  el pabO, y  pudimos distinguir
                 y
                 á lo lejos, delante de nosotros, sombrosos sicómoros coronados de abundanteb a perfumadas
                      graciosas palmeras que balanceaban sus ramas,  al lado de una únela caba, en la
                 hojas, y
                                                El agua del Nilo paiecia salii á nuebtio
                 cual se hallan establecidas las Misiones austríacas.
                                               semejante á un lago encantadoi en  el cual
                 encuentro, rodeada de un círculo de peñascos y
                          la más seductora de las islas, Philee, rica en templob coiibagiadob á EL.
                 se contempla
                 Aguardábanos un buque espacioso. Muchachos listos, á los cuales no estoi baba gran co^a
                 la poca ropa que cubría sus carnes, semejantes á figuras de bronce fundido, ligeiOb como
                 peces, impulsaban  la embarcación por medio de  los remos:  al cabo de bieACb  iiibtanteb
                 desembarcamos en la isla, en la cual pasamos algunas semanas, cuyo grato recuerdo difícil-
                 mente se borrará de nuestra memoria.
                   Ahora tenemos la catarata á corta distancia.  Las colinas que flanquean  el camino
                                                           por consiguiente deter-
                 Philee la habian ocultado hasta  el presente á nuestras miradas, y
                 minamos visitarla ántes de penetrar en el santuario de Isis. El camino generalmente be & uido
                 por los viajeros, se une á corta distancia con el que, por el desierto, nos ha conducido haAa
                 la isla de Isis, y desemboca en las cercanías de los lugares que, acaso sin más razón que la
                 rapidez de la corriente, se han designado con  el pomposo nombre de cataratas. Con todo,
                 aun así producen en el ánimo del espectador una impresión grandiosa, original  a pi ofunda
                 en supremo grado. No es que  el Nilo se despeñe á un abismo desde lo alto de peñasco
                 formidable, como acontece con  el Rhin en Schaffhuse; mas veso precisado á abrirse paso
                                                      lo cual influye para que  corra
                 á través de un formidable muro de escollos de granito,
                                              espumoso á través de los canaleb que  se ha
                 desasosegado de aquí para allá, rugiente y
                 abierto en la peña. A menudo su rápida corriente se estrella con horrísono fiagoi, confia
                 las grandes rocas que se oponen á su paso, produciéndose prodigiosa cantidad de gotas
                 que caen incesantemente en forma de lluvia.  Si pertenecen  al dominio de la legenda lab
                 historias añejas en que  se hablaba de los egipcios que por habitar junto á lab cataiatab
                 habian perdido el oido, gracias al fragor que en  ellas produce de continuo el estiépito del
                 agua, no debe dudarse de que éste es realmente extraordinario en las Bibanesch-schellal,
                 es decir, en las puertas de las caídas. Mas aun así, llegan a dominarlo los cantob y  lob
                 gritos de los nubios que en la época de las aguas bajas, metidos en los grandes barcos del
                                        trabajan para A'encer los pasos difíciles. Ni era obstáculo
                 Nilo, empujan, y aprietan y halan y
                 para que llegaran hasta nosotros las A'oces de algunos pihuelos y de algunos hombres
                                            montados en sus rocines ó en fajos de mimbres,
                 desnudos que nos pedian su bachschisch y
                                                 caídas, á Aceces sin más medios que su
                 precipitábanse rio abajo á lo largo de los saltos y
                 fuerza y su destreza, en la que en manera alguna deben tratar de competir los europeos,  si
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