Page 489 - Egipto TOMO 2
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DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATAEATA
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                los siglos ix y x de nuestra era. En la mayor parte de ellas se leen sentencias del Coran;
                mereciendo esto llamar la atención, pues el profeta deseaba que sus palabras no fueran
                reproducidas sobre las tumbas. Estos campos de muerte se extienden á grandes distancias:
                junto á los mismos y en la cumbre de las colinas que separan el Nilo del desierto, se levanta
                                 mezquitas fúnebres más ó ménos bellas, que en su mayor parte
                una serie de mausoleos y
                                              que, no obstante su estado ruinoso, consti-
                datan del tiempo de los sultanes mamelucos, y
                                          atestiguan la prosperidad que alcanzara Asuan en
                 tuyen el mejor ornamento del paisaje, y
                 tiempo de los califas. Muchos de ellos recuerdan los sepulcros de los mamelucos de los
                 arrabales del Cairo, pudiendo añadir que el cementerio de la ciudad de las cataratas, no es en
                 extensión, inferior en mucho al Karafe, que se extiende  al pié de la ciudadela en la capital


















                                        OBELISCO UNIDO A LA ROCA
                 del jetife. Antes de continuar nuestro viaje hácia el Sur, nos desviamos un poco al Este, con
                 el intento de visitar las canteras, que fueron explotadas con idéntica asiduidad, lo mismo por
                 los Faraones constructores de pirámides, que por los vencedores de los Hvksos, por los
                 Ramesidas,  los  Saitas,  los Tolomeos y  los Césares romanos.  El  granito que aquí  se
                 encuentra ha tomado, del nombre antiguo de Asuan, Siena,  el de sienita que le diera ya
                 Plinio.  ¡Circunstancia singular! los mineralogistas modernos dan el nombre de sienita á una
                 sustancia distinta de aquella que forma la base del suelo en  la región de las cataratas,
                 precisamente, como ha tenido  la bondad  de  indicárnoslo  el  sabio profesor Tyrkel,  á
                 consecuencia de un error muy original cometido por el geólogo Werner, que en las rocas de
                 los terrenos de Plauen , cerca de Dresde  , creyó reconocer todos los rasgos característicos del
                 granito de Asuan, por cuyo motAo les dió el nombre de sienita. En consecuencia, las rocas
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