Page 494 - Egipto TOMO 2
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412           DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATARATA  !
                 no quieren seguir la suerte de un joven inglés de gran porvenir, Mr. D. Cave, que pagó
                 con  la vida su intento, habiéndose estrellado contra los torbellinos furiosos que durante
                 ocho dias guardaron su cuerpo destrozado: hoy descansa cerca de Asuan en un cementerio
                 copto.  El autor de estas líneas tuvo el capricho, por cierto nada recomendable, de bajarla
                 catarata en un pequeño buque. He aquí lo que escribía á su familia pocos minutos después
                 de haber salido con bien de tan atrevida empresa: «Tenia conmigo á bordo, dos de nuestros
                 » marineros, nubios ambos,  el uno robusto mancebo,  el otro apénas adolescente. Llevaba
                 »el timón un viejo arraez de la catarata. El fragor de ésta se oye ya distintamente desde la
                 » aldea de Schellal,  y va en aumento á medida que se avanza. Los peñascos y las rocas que
                 » cubren el lecho del rio son de un color rojo oscuro 1 ; pero en aquellos sitios en que el agua,
                 » después de haberlos alcanzado, evapórase al sol ardiente de estas latitudes, toman un tinte
                 » negruzco semejante al de una laca ahumada, ó, como dice Roberto Hartmann, ofrecen la















                               habitante de la nubia nadando con el auxilio de un fajo de cañas
                 » apariencia de un estribo de hierro que hubiese servido mucho. Delante y detrás de mí, á
                 »la derecha, á la izquierda, encima y debajo, no distinguía otra cosa más que peñascos,
                 » chorros de agua, y el azul del firmamento, en tanto que mi oido permanecía como sojuzgado
                 »por el rumor del oleaje: éste aumentó de tal modo, en el momento en que la chalupa llegó
                 »á la cuida propiamente dicha, que no parecía sino el ruido espantoso de la mar embravecida,
                 » estrellándose  contra  el  acantilado de una  costa  á  impulsos  del huracán.  Los breves
                 » instantes que siguieron, fuéronlo de prueba para los tripulantes, que procuraban comuni-
                 carse valor por medio  de  apostrofes  é  invocaciones  dirigidas á  diferentes  santos, y
                 » especialmente á Seiycl Ahmed—el-Bedaui  , que es el abogado contra los peligros inmediatos.
                 %>A cada golpe de remo resonaba un Ja Seiycl! (¡oh Seivd!) ó un Ja Mohammed  siendo
                   A. de Humboldt ha encontrado esta especie de esmalte que cubre
                  1                             el granito, en las cataratas del Orinoco : su presencia, según
                 Russeesrer, se debe á un óxido de hierro; según Delesse á un sulfuro de hierro, depositado sobre las rocas por las aguas del ísilo, con el
                 transcurso del tiempo
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