Page 80 - Egipto TOMO 2
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LA UNIVERSIDAD Y LA MEZQUITA DE EL-AZHAR
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                 remos. La del Este, llamada Bab-es-hshourbéh (la puerta de las sopas), es de suyo pintoresca
                 y ofrece no pocos  atractivos; pero  al  fin nos decidimos por la puerta principal llamada
                 «Puerta de los Barberos» y  traspasamos el umbral, en la disposición de espíritu que resulta
                 de leer la inscripción que sobre su dintel campea y que dice: «Se juzgan las acciones según
                           y á cada hombre, según sus intenciones, se concede la recompensa.»
                 »las intenciones,
                   Descalzámonos  sustituimos nuestros borceguíes por unas babuchas de paja, y en seme-
                            y
                 jante disposición, guiados por el portero, llegamos á un  sitio en el cual vimos diferentes
                 barberos que estaban rasurando  la cabeza á sus parroquianos, y desde él al magnífico  y
                 espacioso patio que precede á la mezquita, enlosado todo  él de riquísimo mármol. En el
                 mismo  y junto á las cisternas destinadas á las abluciones ritualísticas, que se hacen antes
                                                     de las oraciones, sentados detrás
                                                     de sus correspondientes mesillas,
                                                    vense gran número de muchachos,
                                                    que balanceándose incesantemente
                                                    de delante atrás con la regularidad
                                                    de un péndulo, conságranse al es-
                                                    tudio de los primeros elementos
                                                    de  la  ciencia musulmana.  Para
                                                    encontrarnos  con un  estudiante
                                                    propiamente dicho, es indispensa-
                                                    ble que penetremos en  el interior
                                                    de la mezquita.
                                                      Ya en ella, parécenos hallarnos
                                                    rodeados de una atmósfera desco-
                                                    nocida. En una sala inmensa cuyo
                                                    techo sostienen trescientas ochenta
                                                    columnas,  y del cual penden nada
                                                    menos que mil doscientas lámpa-
                ias  , sobie un pavimento tapizado de esteras,  y acurrucados formando diferentes grupos,
                distínguese numerosa muchedumbre de jóvenes imberbes
                                                      y hombres provectos. Aquellos
                peimanecen sentados, formando semicírculo, delante de un jeque que se apoya contra una
                columna, es el profesor, de cuyos labios penden sus miradas, en tanto que les explica uno de
                lo* numeiosos textos
                              y comentarios que constituyen  el derecho canónico en la ciencia del
                Islam, explicación que da con la especie de melopea que es característica en la enseñanza
                oiiental, \ de  la cual no es  difícil formarse idea, pues con ella tiene no pocos puntos de
                semejanza, la que usan los talmudistas judíos de Europa. Investigando más y más en derredor
                de nosotios, además de las sillas y de los pupitres que hemos tenido ocasión de ver en otras
                mezquitas, podiemos notai en esta inmensa sala dos estrados mucho más bajos, en uno de
                los cuales, sumergido en la interpretación de un texto jurídico vese á un venerable anciano.
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