Page 10 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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14 GRECIA CLÁSICA Y MUNDO MODERNO
nizada, que domina bienes materiales e inventos, aunque quizá de
biera decir con más propiedad que son éstos los que la dominan a
ella. Vivimos una época en que predominan la máquina, la produc
ción en serie, una economía complejísima y el tremendo poderío del
Estado. Pues bien, lo que caracterizó a la civilización griega fue pre
cisamente lo contrario de todo esto. El brazo ejecutivo del Estado
no era entonces ni tan recio ni llegaba tan lejos como el nuestro.
La indumentaria, por grácil que fuera, era poco menos que una
camisola sin mangas y una manta; tengo la sospecha de que la
mayoría de los griegos iban descalzos, pues al menos consideraban a
los licios gentes dadas al lujo y "blandos de pies” por tener la cos
tumbre de calzar sandalias. No tenían buenas carreteras como los
persas, ni alcantarillado como el de los romanos, o aun el de los
minoicos, ni tampoco palacios que pudieran compararse con los de
Persia. En la época clásica no había, en efecto, ni una sola comu
nidad griega que pudiera parangonarse en dimensiones, riqueza, po
blación, esplendor material, poderío militar o solidez a las grandes
civilizaciones fluviales de Egipto y Mesopotamia, pongamos por caso.
Si a los griegos se les juzgara por este rasero, parecerían poco menos
que un pueblo salvaje; pero es el caso que la grandeza de Grecia
se basa en cualidades muy distintas.
No pocas veces se ha tratado de entender a la Grecia antigua
comparándola con nuestra civilización, pero claro está que se trata
de un intento de todo punto antihistórico. Para el estudio del hele
nismo, el mejor punto de partida consiste en observar las diferencias
importantes que distinguen a la civilización griega de las civilizacio
nes que le precedieron o de aquellas que fueron contemporáneas
suyas.
Pues bien, lo primero que nos sorprende es que en Grecia no
existiera ningún Gran Rey divino al estilo babilónico o egipcio, ni
tan siquiera en el sentido persa o minoico. De un lado, los Estados
griegos eran pequeños; de otro, a los proceres se les recordaba cons
tantemente, y sin lugar a equívocos, que no eran dioses, y que el
creerlo así sólo les reportaría perjuicios. No se les dejaba labrar ins
cripciones megalomaníacas para ensalzar su propia gloria, ni tampoco
se les permitió creer que en el momento de su muerte se sacrificarían
concubinas y servidores sobre su tumba. Nadie besó el suelo al pre
sentarse ante ellos ni se retiró andando hacia atrás para no volverles