Page 12 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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ι 6 GRECIA CLÁSICA Y MUNDO MODERNO
de rendir acatamiento a algún Gran Rey ya deificado y del cual era,
a su vez, fiel imagen. Para el griego, en cambio, abundaban los debe
res. Tenía todo un sistema ético. Era ciudadano, uno entre otros
muchos, cuyos derechos eran iguales a los suyos. El helenismo era,
en efecto, una civilización humana en la más plena acepción de la
palabra.
Fácilmente pueden apreciarse algunas de las causas a que se debe
esta diferencia tan profunda. En primer lugar, la razón geográfica :
hecha abstracción de sus puertos e islas, Grecia es, como Suiza, una
tierra de valles angostos y abruptos. Es una tierra ideal para que
en ella prosperen muchas ciudades independientes, pero no una sola
urbe, imponente, dominadora, al estilo de Babilonia, de Nínive o de
Menfis. Y luego la causa histórica: si Mesopotamia y Creta fueron
conquistadas por invasores del norte y conocieron también sus res
pectivas edades heroicas o “ épocas de tribulación” , en Grecia la edad
heroica ejerció efectos muy peculiares. No dio lugar a un someti
miento uniforme de los naturales por parte de los invasores. No
hubo un centro fijo desde el cual ejercieran su soberanía los con
quistadores, y el mar y las islas brindaban siempre a los vencidos
la posibilidad de huir o refugiarse. Al parecer, se produjo un derrum
bamiento completo y general de la estructura social en las “ épocas de
tribulación" griegas y pregriegas, cuando los naturales del país huían
ante los invasores o ante aquellos a quienes éstos iban desalojando
de sus tierras. Baste recordar el Levítico, que con tan gran meticu
losidad hace el catálogo de los tabúes y normas de conducta, o las
leyes tan detalladas que promulgó Hammurabi. La mayoría de las
primeras tribus se atenían a códigos de análoga complejidad, pero en
Grecia se desmembraron. Dice Estrabón que una “ multitud abiga-
garrada", una σόμμεικτον πλήθος de distintos orígenes y tradiciones
ocupó casi todos los lugares de refugio. Las tribus se dispersaron y
con ellas se disgregaron también sus respectivos tabúes y deidades. Las
tumbas de los antepasados de cada tribu se habían dejado atrás y
con ellas quedaron abandonados también los ritos religiosos y las
costumbres que antes mantuvieron unida a la antigua aldea.
Poco era lo que los fugitivos podían llevar consigo, si se excep
túan sus recuerdos, su poesía y, tal vez, hasta cierto punto, sus dan
zas. Tan sólo cabía confiar ya en el orden social que representaba
la muralla circular o polis, que habían levantado apresuradamente para