Page 34 - Orgullo y prejuicio
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de nada. El primero fluctuaba entre la admiración por la luminosidad que el
ejercicio le había dado a su rostro y la duda de si la ocasión justificaba el
que hubiese venido sola desde tan lejos. El segundo sólo pensaba en su
desayuno.
Las preguntas que Elizabeth hizo acerca de su hermana no fueron
contestadas favorablemente. La señorita Bennet había dormido mal, y,
aunque se había levantado, tenía mucha fiebre y no estaba en condiciones
de salir de su habitación. Elizabeth se alegró de que la llevasen a verla
inmediatamente; y Jane, que se había contenido de expresar en su nota
cómo deseaba esa visita, por miedo a ser inconveniente o a alarmarlos, se
alegró muchísimo al verla entrar. A pesar de todo no tenía ánimo para
mucha conversación. Cuando la señorita Bingley las dejó solas, no pudo
formular más que gratitud por la extraordinaria amabilidad con que la
trataban en aquella casa. Elizabeth la atendió en silencio.
Cuando acabó el desayuno, las hermanas Bingley se reunieron con ellas;
y a Elizabeth empezaron a parecerle simpáticas al ver el afecto y el interés
que mostraban por Jane. Vino el médico y examinó a la paciente,
declarando, como era de suponer, que había cogido un fuerte resfriado y
que debían hacer todo lo posible por cuidarla. Le recomendó que se metiese
otra vez en la cama y le recetó algunas medicinas. Siguieron las
instrucciones del médico al pie de la letra, ya que la fiebre había aumentado
y el dolor de cabeza era más agudo. Elizabeth no abandonó la habitación ni
un solo instante y las otras señoras tampoco se ausentaban por mucho
tiempo. Los señores estaban fuera porque en realidad nada tenían que hacer
allí.
Cuando dieron las tres, Elizabeth comprendió que debía marcharse, y,
aunque muy en contra de su voluntad, así lo expresó.
La señorita Bingley le ofreció el carruaje; Elizabeth sólo estaba
esperando que insistiese un poco más para aceptarlo, cuando Jane comunicó
su deseo de marcharse con ella; por lo que la señorita Bingley se vio
obligada a convertir el ofrecimiento del landó en una invitación para que se
quedase en Netherfield. Elizabeth aceptó muy agradecida, y mandaron un