Page 365 - Orgullo y prejuicio
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ésta,  llegó,  gracias  a  una  atención  y  dirección  conveniente,  a  ser  menos

                irritable, menos ignorante y menos insípida. Como era natural, la apartaron
                cuidadosamente de las anteriores desventajas de la compañía de Lydia, y
                aunque la señora Wickham la invitó muchas veces a ir a su  casa, con la

                promesa de bailes y galanes, su padre nunca consintió que fuese.
                     Mary  fue  la  única  que  se  quedó  en  la  casa  y  se  vio  obligada  a  no

                despegarse de las faldas de la señora Bennet, que no sabía estar sola. Con
                tal  motivo  tuvo  que  mezclarse  más  con  el  mundo,  pero  pudo  todavía

                moralizar acerca de todas las visitas de las mañanas, y como ahora no la
                mortificaban las comparaciones entre su belleza y la de sus hermanas, su

                padre sospechó que había aceptado el cambio sin disgusto.
                     En cuanto a Wickham y Lydia, las bodas de sus hermanas les dejaron tal
                como estaban. Él aceptaba filosóficamente la convicción de que Elizabeth

                sabría  ahora  todas  sus  falsedades  y  toda  su  ingratitud  que  antes  había
                ignorado;  pero,  no  obstante,  alimentaba  aún  la  esperanza  de  que  Darcy

                influiría para labrar su  suerte. La carta de felicitación por  su  matrimonio
                que  Elizabeth  recibió  de  Lydia  daba  a  entender  que  tal  esperanza  era

                acariciada,  si  no  por  él  mismo,  por  lo  menos  por  su  mujer.  Decía
                textualmente así:



                         Mi querida Lizzy,

                         Te deseo la mayor felicidad. Si quieres al señor Darcy la mitad
                     de lo que yo quiero a mi adorado Wickham, serás muy dichosa. Es

                     un gran consuelo pensar que eres tan rica; y cuando no tengas nada
                     más  que  hacer,  acuérdate  de  nosotros.  Estoy  segura  de  que  a
                     Wickham  le  gustaría  muchísimo  un  destino  de  la  corte,  y  nunca

                     tendremos  bastante  dinero  para  vivir  allí  sin  alguna  ayuda.  Me
                     refiero  a  una  plaza  de  trescientas  o  cuatrocientas  libras  anuales

                     aproximadamente; pero, de todos modos, no le hables a Darcy de
                     eso si no lo crees conveniente.
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