Page 363 - Orgullo y prejuicio
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de Collins. Pero Darcy lo soportó todo con admirable serenidad. Incluso
atendió a sir William Lucas cuando fue a cumplimentarle por llevarse la
más brillante joya del condado y le expresó sus esperanzas de que se
encontrasen todos en St. James. Darcy se encogió de hombros, pero cuando
ya sir William no podía verle.
La vulgaridad de la señora Philips fue otra y quizá la mayor de las
contribuciones impuestas a su paciencia, pues aunque dicha señora, lo
mismo que su hermana, le tenía demasiado respeto para hablarle con la
familiaridad a que se prestaba el buen humor de Bingley, no podía abrir la
boca sin decir una vulgaridad. Ni siquiera aquel respeto que la reportaba un
poco consiguió darle alguna elegancia. Elizabeth hacía todo lo que podía
para protegerle de todos y siempre procuraba tenerle junto a ella o junto a
las personas de su familia cuya conversación no le mortificaba. Las
molestias que acarreó todo esto quitaron al noviazgo buena parte de sus
placeres, pero añadieron mayores esperanzas al futuro. Elizabeth pensaba
con delicia en el porvenir, cuando estuvieran alejados de aquella sociedad
tan ingrata para ambos y disfrutando de la comodidad y la elegancia de su
tertulia familiar de Pemberley.