Page 359 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO LX
Elizabeth no tardó en recobrar su alegría, y quiso que Darcy le contara
cómo se había enamorado de ella:
––¿Cómo empezó todo? ––le dijo––. Comprendo que una vez en el
camino siguieras adelante, pero ¿cuál fue el primer momento en el que te
gusté?
––No puedo concretar la hora, ni el sitio, ni la mirada, ni las palabras
que pusieron los cimientos de mi amor. Hace bastante tiempo. Estaba ya
medio enamorado de ti antes de saber que te quería.
––Pues mi belleza bien poco te conmovió. Y en lo que se refiere a mis
modales contigo, lindaban con la grosería. Nunca te hablaba más que para
molestarte. Sé franco: ¿me admiraste por mi impertinencia?
––Por tu vigor y por tu inteligencia.
––Puedes llamarlo impertinencia, pues era poco menos que eso. Lo
cierto es que estabas harto de cortesías, de deferencias, de atenciones. Te
fastidiaban las mujeres que hablaban sólo para atraerte. Yo te irrité y te
interesé porque no me parecía a ellas. Por eso, si no hubieses sido en
realidad tan afable, me habrías odiado; pero a pesar del trabajo que te
tomabas en disimular, tus sentimientos eran nobles y justos, y desde el
fondo de tu corazón despreciabas por completo a las personas que tan
asiduamente te cortejaban. Mira cómo te he ahorrado la molestia de
explicármelo. Y, la verdad, al fin y al cabo, empiezo a creer que es