Page 354 - Orgullo y prejuicio
P. 354

ser el amigo de Bingley será tu marido, sólo a Bingley y a ti querré más que

                a  él.  ¡Pero  qué  callada  y  reservada  has  estado  conmigo!  ¿Cómo  no  me
                hablaste de lo que pasó en Pemberley y en Lambton? Lo tuve que saber
                todo por otra persona y no por ti.

                     Elizabeth  le  expuso  los  motivos  de  su  secreto.  No  había  querido
                nombrarle  a  Bingley,  y  la  indecisión  de  sus  propios  sentimientos  le  hizo

                evitar  también  el  nombre  de  su  amigo.  Pero  ahora  no  quiso  ocultarle  la
                intervención de Darcy en el asunto de Lydia. Todo quedó aclarado y las dos

                hermanas se pasaron hablando la mitad de la noche.
                     ––¡Ay, ojalá ese antipático señor Darcy no. venga otra vez con nuestro

                querido Bingley! ––suspiró la señora Bennet al asomarse a la ventana al día
                siguiente––.  ¿Por  qué  será  tan  pesado  y  vendrá  aquí  continuamente?  Ya
                podría  irse  a  cazar  o  a  hacer  cualquier  cosa  en  lugar  de  venir  a

                importunarnos.  ¿Cómo  podríamos  quitárnoslo  de  encima?  Elizabeth,
                tendrás que volver a salir de paseo con él para que no estorbe a Bingley.

                     Elizabeth por poco suelta una carcajada al escuchar aquella proposición
                tan interesante, a pesar de que le dolía que su madre le estuviese siempre

                insultando.
                     En  cuanto  entraron  los  dos  caballeros,  Bingley  miró  a  Elizabeth

                expresivamente y le estrechó la mano con tal ardor que la joven comprendió
                que ya lo sabía todo. Al poco rato Bingley dijo:
                     Señor  Bennet,  ¿no  tiene  usted  por  ahí  otros  caminos  en  los  que

                Elizabeth pueda hoy volver a perderse?
                     ––Recomiendo  al  señor  Darcy,  a  Lizzy  y  a  Kitty  ––dijo  la  señora

                Bennet–– que vayan esta mañana a la montaña de Oagham. Es un paseo
                largo y precioso y el señor Darcy nunca ha visto ese panorama.

                     ––Esto puede estar bien para los otros dos ––explicó Bingley––, pero
                me parece que Catherine se cansaría. ¿Verdad?

                     La muchacha confesó que preferiría quedarse en casa; Darcy manifestó
                gran  curiosidad  por  disfrutar  de  la  vista  de  aquella  montaña,  y  Elizabeth
                accedió a acompañarle. Cuando subió para arreglarse, la señora Bennet la

                siguió para decirle:
   349   350   351   352   353   354   355   356   357   358   359