Page 352 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO LIX
Elizabeth, querida, ¿por dónde has estado paseando?
Ésta es la pregunta que Jane le dirigió a Elizabeth en cuanto estuvieron
en su cuarto, y la que le hicieron todos los demás al sentarse a la mesa.
Elizabeth respondió que habían estado vagando hasta donde acababa el
camino que ella conocía. Al decir esto se sonrojó, pero ni esto ni nada
despertó la menor sospecha sobre la verdad.
La velada pasó tranquilamente sin que ocurriese nada extraordinario.
Los novios oficiales charlaron y rieron, y los no oficiales estuvieron
callados. La felicidad de Darcy nunca se desbordaba en regocijo; Elizabeth,
agitada y confusa, sabía que era feliz más que sentirlo, pues además de su
aturdimiento inmediato la inquietaban otras cosas. Preveía la que se armaría
en la familia cuando supiesen lo que había ocurrido. Le constaba que Darcy
no gustaba a ninguno de los de su casa más que a Jane, e incluso temía que
ni su fortuna ni su posición fuesen bastante para contentarles.
Por la noche abrió su corazón a Jane, y aunque Jane no era de natural
desconfiada, no pudo creer lo que su hermana le decía:
––¡Estás bromeando, Eliza! ¡Eso no puede ser! ¡Tú, comprometida con
Darcy! No, no; no me engañarás. Ya sé que es imposible.
––¡Pues sí que empieza mal el asunto! Sólo en ti confiaba, pero si tú no
me crees, menos me van a creer los demás. Te estoy diciendo la pura
verdad. Darcy todavía me quiere y nos hemos comprometido.
Jane la miró dudando: