Page 364 - Orgullo y prejuicio
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CAPÍTULO LXI





                     El día en que la señora Bennet se separó de sus dos mejores hijas, fue de
                gran  bienaventuranza  para  todos  sus  sentimientos  maternales.  Puede

                suponerse con qué delicioso orgullo visitó después a la señora Bingley y
                habló de la señora Darcy. Querría poder decir, en atención a su familia, que

                el cumplimiento de sus más vivos anhelos al ver colocadas a tantas de sus
                hijas, surtió el feliz efecto de convertirla en una mujer sensata, amable y

                juiciosa para toda su vida; pero quizá fue una suerte para su marido (que no
                habría  podido  gozar  de  la  dicha  del  hogar  en  forma  tan  desusada)  que

                siguiese ocasionalmente nerviosa e invariablemente mentecata.
                     El señor Bennet echó mucho de menos a su Elizabeth; su afecto por ella
                le sacó de casa con una frecuencia que no habría logrado ninguna otra cosa.

                Le deleitaba ir a Pemberley, especialmente cuando menos le esperaban.
                     Bingley y Jane sólo estuvieron un año en Netherfield. La proximidad de

                su madre y de los parientes de Meryton no era deseable ni aun contando con
                el fácil carácter de Bingley y con el cariñoso corazón de Jane. Entonces se

                realizó  el  sueño  dorado  de  las  hermanas  de  Bingley;  éste  compró  una
                posesión  en  un  condado  cercano  a  Derbyshire,  y  Jane  y  Elizabeth,  para

                colmo de su felicidad, no estuvieron más que a treinta millas de distancia.
                     Catherine,  sólo  por  su  interés  material,  se  pasaba  la  mayor  parte  del
                tiempo  con  sus  dos  hermanas  mayores;  y  frecuentando  una  sociedad  tan

                superior  a  la  que  siempre  había  conocido,  progresó  notablemente.  Su
                temperamento no era tan indomable como el de Lydia, y lejos del influjo de
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