Page 103 - Cómo no escribir una novela
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una fuerza primaria contenida en la leve membrana de sus anhelos de niño.
               Volvió  a  mirar  la  fotografía;  en  su  electrizada  memoria  los  rasgos  se
               entreveraban como las circunvalaciones de un murciélago en una mente de

               color  escarlata.  Su  belleza  se  había  perdido  por  el  dolor  que  lo  había
               acompañado hasta allí. Y más allá estaba el ctónico lodazal del ayer, donde
               los  días  pasados  se  comían  a  ese  mismo  ayer  en  una  dinástica  sucesión,

               como  cocodrilos  vasallos  de  un  faraón  que  se  enseñoreaba  de  todas  las
               pérdidas. Buscó abrigo en un montón de escombros y apartó de sí todo lo

               bueno —siempre lo bueno— para abrazar el agónico metaconocimiento de
               que eso trataba. ¡Nunca más nada de eso! Y ese «nunca más» era lo que
               podía  salvarlo,  o  esa  brumosa  y  esquiva  incertidumbre  que  pretendía
               aprehender con sus débiles arañazos contra el negro esquisto, el granito y el

               basalto de la superficie lunar de sus orígenes, sumergidos como madrigueras
               de  gusanos  agrupadas  en  torno  a  un  conducto  auroral  que  surcaran

               profundas corrientes oceánicas, sus rabiosos y fútiles colores invisibles para
               aquel pez que había nacido ciego.



          Algunos  escritores  están  convencidos  de  que,  como  algunos  autores  como  Joyce  y
          Faulkner  son  difíciles  de  entender,  escribir  de  una  forma  incomprensible  es  lo  que

          define a la gran literatura. Esto es una suerte de «pensamiento mágico», análogo a la
          creencia de que el guerrero que se viste con la piel de un león adquiere su fuerza y su
          destreza.  Utilizar  palabras  como  «arte  cisoria»  o  imágenes  que  comparen  los

          sufrimientos  del  protagonista  con  «las  cuentas  de  un  rosario  trufadas  en  un  pastel
          incomestible», no convierte tu texto en literatura.
               Aquí conviene recordar que escribes para que te entiendan los demás.

               Cuando uno escribe es para decir algo, y el lector debe ser capaz de descubrir qué
          estás  queriendo  decir  sin  necesidad  de  llamarte  y  preguntártelo  en  persona.  Aunque
          sabemos  que  estás  esperando  ese  momento  en  que  un  editor  te  telefoneará  y  te

          preguntará qué significa tu novela y que tu brillantez hará que te ofrezca enseguida un
          contrato  por  siete  libros,  debes  saber  que  tenemos  lectores  profesionales  y  que  eso
          nunca va a pasar. Si el lector medio no entiende lo que escribes, no lo interpretes como

          un  timbre  de  honor,  sino  como  señal  de  tu  solipsismo.  Trata  de  ser  siempre  claro,
          incluso si eso significa traicionar tus naturales dotes líricas.
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