Page 84 - Cómo no escribir una novela
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                               LAS PALABRAS Y LAS FRASES




                        Ella estaba orgullosa de la permanencia tirante de sus pechos








          Las novelas están hechas con frases y las frases con palabras. Desde tiempo inmemorial
          los escritores valoran las palabras por su capacidad para comunicar ideas al lector. Sin
          embargo, algunos autores no parecen ser conscientes de que esto sólo funciona si ambas

          partes están de acuerdo de antemano en lo que significan esas palabras. Si se hace caso
          omiso de esta simple pero básica premisa, los desastres están garantizados.







                                                                                 Una escórpora anfractuosa
                                                                         Cuando el autor exhibe su amplio

                                                                                                    vocabulario


               Su  padre  era  del  IRA  y  su  madre  de  Québec,  y  ambos  dos  habían
               abandonado  los  mortíferos  ingenios  de  su  conflagración  fraticida  para

               unificar sus posicionamientos separatistas. El nombre de pila que otorgaron
               sus progenitores al resultado de su consenso fue Ronald McDonald’s («como
               el payaso», infirió él con esa mirada adamantina de hito en hito privativa de

               todo  regocijo).  En  sus  días  de  reclusión  a  cargo  del  erario  estatal,  sin
               embargo, se había ganado el remoquete de Míster Descarga por sus hábitos
               sexuales.

                   Obtuvo un permiso de asueto de la penitenciaría por tres semanas y sus
               indesmayables  peregrinaciones  lo  condujeron  a  ese  umbral  liminar,
               buscando la expiación en el permafrost de la tundra hiperbórea, que tenía su

               correlato en el permafrost de su corazón. Traspuso por sí mismo el umbral
               del  caravasar  con  las  más  nimias  de  las  expectaciones,  que  al  punto  se
               vieron  confirmadas  por  las  exiguas  instalaciones  disponibles  para  la

               confortabilidad. Pero entonces el hospedero alzó la vista del excusado de la
               mugrienta  posada,  la  vista  ojiplática  mientras  él  eyaculaba  al  grito  de:

               «¡Descarga va!»
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