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Esto   dio   origen   a   tremendos   cuadros   de   violencia   familiar   y   de
                              intolerancia social, a un enorme irrespeto por las creencias ajenas, y a la
                              tendencia persistente a considerar toda disidencia y toda rebeldía como
                              un fenómeno religioso.

                              La guerra civil de mediados de siglo, conocida como la Violencia, se
                              configuró como una inmensa guerra religiosa, hecha de fanatismo y de
                              ceguera   brutal,   y   llegó   a   extremos   aberrantes,   con   la   reconocida
                              presencia de la Iglesia como uno de sus principales instigadores.

                              Hacia 1930, al cabo de 50 años, la hegemonía conservadora se vio
                              debilitada por la inconformidad popular, arreciaron las luchas sindicales,
                              hubo conatos de rebelión, y finalmente la escandalosa masacre de las
                              bananeras precipitó el descrédito del régimen conservador.

                                Un   sector   del   liberalismo   acaudillado   por   Alfonso   López   Pumarejo
                              intentó una reforma democrática que favoreciera la industrialización, que
                              modificara el régimen de propiedad sobre la tierra, que modificara las
                              relaciones entre el Estado y la Iglesia, y que abriera el camino para la
                              adecuación   de   la   sociedad   colombiana   a   algunas   de   las   tendencias
                              mundiales del siglo. No era, por supuesto, la reforma estructural que el
                              país necesitaba, ni la vasta toma de conciencia de la necesidad de un
                              orden   distinto,   ni   el   gran   esfuerzo   por   dignificar   a   una   sociedad
                              malformada por la exclusión y la estratificación social; era una reforma
                              moderada, pero naturalmente desató una inmediata contrarreforma, que
                              trajo violencia antiliberal a los campos y empezó a sembrar el germen de
                              algunos males futuros. El intolerante país feudal se resistía al cambio y
                              su reacción despertó nuevas insatisfacciones.
                              Como respuesta a la violencia antiliberal, el sector popular del liberalismo
                              emprendió   una   defensa   de   los   campesinos   perseguidos,   que
                              rápidamente fue configurándose como una enorme rebelión popular bajo
                              la orientación del caudillo Jorge Eliécer Gaitán.


                              Gaitán comprendió muy pronto que Colombia necesitaba con urgencia
   Jorge Eliécer Gaitán       grandes reformas sociales, y el proyecto nacional siempre postergado se
   fue  el jefe de la         convirtió en su bandera. Pertenecía al partido liberal, pero entendió que
   mayor fuerza popular       el principal enemigo de la sociedad colombiana era ese bipartidismo
   de la historia de          aristocrático cuyos jefes formaban en realidad un solo partido de dos
   Colombia  y, de            caras, hecho para saquear el país y beneficiarse de él a espaldas de las
   acuerdo con el orden
   democrático,  sería el     mayorías; y en sus discursos avanzó hacia una reformulación de la crisis
   seguro presidente de       política como el conflicto entre las mayorías humildes y auténticas, y el
   la república. Llegaría     mezquino país de los privilegios. Hablando del "país político" y del "país
   al poder no sólo con
   un gran respaldo
   popular sino con una                                          11
   enorme claridad sobre
   las reformas que
   requería ese país.
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