Page 9 - COLOMBIA:
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un proyecto territorial, sin un plan de desarrollo sensato y propio, sin un
                              censo aprovechado de sus recursos.


                              El   Estado,   omnipotente   a   la   hora   de   imponer   tributos   y   de   reprimir
                              descontentos, es la impotencia misma a la hora de impedir saqueos, de
                              moderar depredaciones y de proteger el patrimonio. Y ello porque en
                              realidad no es un Estado que represente una voluntad nacional, y que
                              pueda apoyarse en ella para esas grandes decisiones que exigen en
                              nombre de todos poner freno a la codicia de unos cuantos, sino que
                              representa sólo intereses mezquinos y está hecho para defenderlos, a
                              veces, incluso, con ferocidad.

                                  Verdad   es   que   grandes   poderes   externos   estuvieron   interesados
                              desde   siempre   en   mantener   nuestra   economía   en   condiciones
                              desventajosas,  que les permitieran realizar aquí sus negocios en los
                              mejores términos.


                              Para la gran industria mundial fue una prioridad garantizar su provisión
                              de   materias   primas,   y   mantener   aquí   una   clase   privilegiada   en
                              condiciones de consumir productos de importación. Una de las verdades
                              que no sabría explicar con claridad a mi amiga es por qué y de qué
                              manera   el   gobierno   norteamericano   apoyó   siempre   a   los   partidarios
                              colombianos   del   libre   cambio,   que   abrían   nuestras   fronteras   a   sus
                              productos, e incluso patrocinó siempre a alguno de los bandos en las
                              guerras civiles que desgarraron a Colombia durante el siglo XIX.

                              Ella sentirá la extrañeza de que los colombianos seamos desventurados,
                              pero   difícilmente   entenderá   que   no   hemos   estados   solos   en   la
                              construcción de nuestra penuria, que muchas veces su propio Estado
                              participó en la preparación y el diseño de nuestro caos actual.

                              Cuando se pensaba que el urgente canal interoceánico centroamericano
                              pasaría por Nicaragua, los Estados Unidos patrocinaron la aventura de
                              William Walker y se apresuraron a reconocer su increíble gobierno de
                              mercenarios.   Sólo   el   clamor   indignado   del   continente   impidió   que
                              Nicaragua se convirtiera, por la vía del zarpazo, en un estado más de la
                              Unión Norteamericana, y obligó a los Estados Unidos a desdecirse de su
                              apresurado reconocimiento diplomático.

                                Pronto se decidió que el canal sería panameño, y Estados Unidos,
                              nuestro solícito hermano mayor continental, que acababa de vivir una
                              guerra gigantesca y terrible para impedir una segregación en su sagrado



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