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indumentarias, sus ornamentos, sus rituales, sus sabidurías ancestrales,
su medicina y su magia, sus artes y sus artesanías.
Ahí está la epopeya admirable de don Juan de Castellanos, quien nos
narró minuciosamente el proceso de la conquista de la Nueva Granada,
una obra llena de información sobre nuestros mayores de distintas razas
y culturas; una de las poquísimas obras poéticas de nuestra tradición que
nombra el territorio con admiración y con reverencia, una de las pocas en
que existen los pueblos nativos, con su complejidad, su violencia y su
heroísmo.
Ahí está el ejemplo desafiante de la Expedición Botánica, la memoria de
sus naturalistas y sus pintores, lo mismo que un tramo memorable de la
Expedición de Aimé Bonpland y de Alexander von Humboldt.
Ahí está el ejemplo de próceres como José María Carbonell, que
realmente creyeron en la posibilidad de una autonomía política y en una
independencia espiritual del poder opresivo de las metrópolis. Ahí están
los ejemplos de José Hilario López, de Tomás Cipriano de Mosquera, y
de todos aquellos, muchos pertenecientes a las clases dirigentes
tradicionales, que creyeron en el país y procuraron su grandeza con
verdadero amor por el territorio y verdadero respeto por su gente.
Ahí está el ejemplo de la Comisión Corográfica; el doble viaje físico y
literario de Jorge Isaacs descubriendo la riqueza y la belleza de los
trópicos americanos; el pensamiento de Rafael Uribe Uribe y los viajes
exploratorios de Rafael Reyes.
Ahí está la sorprendente aventura lingüística de Rufino José Cuervo y la
notable labor crítica de Baldomero Sanín Cano.
Ahí están la saga fundadora de los antioqueños, la saga de los
ferrocarriles, el sueño de una economía nacional que desde los años
veinte nos propuso un destino distinto; la aventura legendaria de la
navegación por el Magdalena; la aventura mental y verbal de José
Eustasio Rivera explorando el Casanare y la selva, y denunciando el
infierno de las caucherías.
Ahí está la obra de Porfirio Barba Jacob, su vida de rebelde, de
aventurero, de soñador, y de hombre continental; el respetable proyecto
liberal de Alfonso López Pumarejo y su Revolución en Marcha; el ejemplo
ciudadano, la misteriosa elocuencia y el lúcido ideario político del más
grande dirigente del siglo, Jorge Eliécer Gaitán.
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