Page 125 - Fantasmas
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Joe  HiLL



     música de theremín,  un  zumbido  quejumbroso  que subía y ba-
     Jaba de intensidad.-Llevaban  tiempo llamándolo,  supuso.
          Caminó  sin miedo  hasta  el centro  de la autopista,  espe-
     rando  a que llegara algún camión y  la luz de sus  faros  lo engu-
     llera...  aguardó a  oír el chirrido  de los frenos  y el grito ronco  y
     aterrorizado.  Pero no  pasó ningún coche.  Se sentía empachado
     y caminaba  despacio,  sin interesarle  lo que pudiera ocurrir.  Ig-
     noraba  hacia dónde  se dirigía y no  le importaba.  El hombro  no
     le dolía  apenas,  ya que la bala no  había  perforado  su  capara-
     zón —eso  era  imposible—  y sólo  le había  arañado  la carne  de
     abajo.
          Una  vez  había  ido con  su  padre al vertedero  con  la es-
     copeta  y se  habían  turnado  para  disparar  a latas, ratas,  gavio-
    tas.  «Imagina  que  son  los putos  alemanes»,  le había  dicho  su
    padre. Francis  no  sabía qué aspecto  tenían  los soldados  alema-
    nes,  así que imaginó  que  disparaba  a sus  compañeros  del co-
    legio. El recuerdo  de aquel día en  el vertedero  le hizo  sentir
    cierta nostalgia de su padre. Habían pasado algunos buenos  ra-
    tos  juntos y después  Buddy siempre  preparaba  una  buena  ce-
    na.  ¿Qué más  se podía pedir a un  padre?
          Cuando  el cielo  empezó  a teñirse  de rosa  por  el este,  se
    encontró  detrás  del colegio. Había llegado hasta allí involunta-
    riamente,  impulsado  tal vez  por el recuerdo  de aquella tarde en
    la que salió  a disparar con  su  padre. Estudió  el alto edificio  de
    ladrillo  con  sus  hileras  de pequeñas ventanas  y pensó:  «Qué col-
    mena  más fea».  Incluso  las avispas  sabían  hacerlo  mejor, cons-
    truían  sus  casas  en  las ramas  altas  de los árboles,  de forma  que
    en  primavera  quedaban ocultas  entre  las flores  de dulce aroma,
    sin nada que perturbara  su  descanso,  excepto  el soplo fresco  de
    la brisa.
          Un  coche  entró  en  el estacionamiento  y Francis  se  es-
    cabulló  hacia un  lado del edificio  y dobló  la esquina hasta que-
    dar oculto.  Oyó cerrarse  la puerta  del coche  y siguió  gatean-




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