Page 127 - Fantasmas
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Joe HiLL
armarios. Una chica de pelo rojizo abrió la boca para hablar; su-
de
Jetaba un montón libros que, uno por uno, fueron cayendo
al suelo con gran estrépito.
Eric lo miró a través de los cristales grasientos de sus ga-
fas ridículamente gruesas. Conmocionado, dio un respingo y
después retrocedió un paso, la boca abierta en una mueca de
incredulidad. .
—Alucinante —dijo, y Francis le oyó claramente.
Se abalanzó sobre él y le clavó las mandíbulas en la gar-
ganta como si fueran unas tijeras de podar setos. Lo mató a él
primero porque lo apreciaba. Eric cayó al suelo agitando las
piernas en un baile inconsciente y final, y un chorro de su san-
gre salpicó a la chica de pelo rojizo, que no se movió, sino que
permaneció allí quieta, gritando. Entonces todos los sonidos
estallaron a la vez, ruidos de puertas de armarios golpeados,
pies corriendo y súplicas a dios. Francis salió disparado, im-
pulsándose con su patas traseras y abriéndose paso sin esfuer-
zo entre la gente, golpeándola o haciéndola caer de bruces al
suelo. Alcanzó a Huey Chester al final del pasillo mientras tra-
taba de escapar, le atravesó el abdomen con una de sus pezu-
ñas serradas y lo elevó en el aire. Huey se deslizó entre ester-
tores por el brazo verde acorazado de Francis, mientras seguía
agitando las piernas en un cómico pedaleo, como si todavía es-
tuviera intentando huir.
Francis retrocedió sobre sus pasos arrasando lo que en-
contraba en su camino, aunque perdonó a la muchacha de
cabello rojizo, que rezaba de rodillas y con las manos juntas.
Mató a cuatro en el vestíbulo antes de subir al piso de arri-
ba. Encontró a seis más acurrucados bajo las mesas del la-
boratorio de biología y también los mató. Entonces decidió
que, después de todo, mataría también a la chica de cabello
rojizo, pero cuando regresó al piso de abajo ésta se había mar-
chado.
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