Page 242 - Fantasmas
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FANTASMAS



         y cuando  volví  se  había  marchado.  Me  llamó  desde  casa  de
         sus  padres  y me  dijo que  necesitábamos  separarnos  por  un
         tiempo.
               Fue  sólo un  pensamiento.  ¿Quién no  ha tenido  un  pen-
         samiento  así alguna vez?                  j


               Cuando  debía dos meses  de alquiler y mi casero  me  ame-
         nazaba  con  ponerme  de patitas en  la calle con  una  orden judi-
         cial, decidí  que  era  tiempo  de mudarme.  Mi madre  estaba  re-
         formando  la casa  y le dije que quería ayudarla. Necesitaba  hacer
         algo desesperadamente,  no  había  trabajado  en  cuatro  meses  y
         tenía que presentarme  ante  el juez en  diciembre.
               Mi madre  había tirado  las paredes  de mi antiguo dormi-
         torio  y quitado  las ventanas.  Los  agujeros  de la pared estaban
         cubiertos  con  plásticos  y el suelo  con  trozos  de escayola.  Me
         instalé  en  el sótano,  en una  cama  plegable que coloqué entre  la
         lavadora  y la secadora,  y puse mi televisor  en una  caja de leche
         a los pies de la cama.  No podía dejarla en  el apartamento,  la ne-
         cesitaba  para  que me  hiciera  compañía.
               Mi madre no  era lo que se dice compañía.  El primer día de
         mi vuelta  a casa  sólo me  habló  para decirme  que no  podía usar
         su  coche.  Si quería emborracharme y estrellar uno  ya podía em-
         pezar a ahorrar.  Casi toda  su comunicación  era  no  verbal.  Cuan-
         do quería decirme  que era  hora de que me  levantara,  daba gol-
         pes al suelo del piso de arriba, que retumbaban  en todo el sótano.
         Me hizo saber lo mucho  que le disgustaba mi presencia con  una
         mirada  feroz, mientras,  ayudada de una  palanca, arrancaba  los
         tablones  del suelo  de mi dormitorio,  tirando  de ellos  con  furia
         silenciosa,  como  si quisiera arrancar  también  todo rastro  de mi
         infancia  en  aquella habitación.
               El sótano  estaba sin terminar,  con  el suelo de cemento  pi-
         cado y un  laberinto  de tuberías  bajas colgando  del techo, pero
         al menos  tenía  su  propio cuarto  de baño, una  estancia  insólita-



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