Page 243 - Fantasmas
P. 243
Joe HiLL
mente pulcra, con un suelo de linóleo con estampado floral y
un bol de popurrí aromático sobre la cisterna. Cuando entra-
ba a orinar podía cerrar los ojos, inhalar su aroma e imaginar la
brisa meciendo las copas de los altos pinos del norte de Alaska.
Una noche, allí en el sótano, me despertó un frío inten-
so; mi aliento flotaba, de color azul y plata, en el halo de luz
del televisor, que me había dejado encendido. Me había bebi-
do un par de cervezas antes de dormirme y tenía tal necesi-
dad de orinar que me dolía. Normalmente dormía con un gran
edredón cosido a mano por mi abuela, pero lo había man-
chado de comida china y echado a lavar, y nunca me acorda-
ba de meterlo en la secadora. Para sustituirlo había saquea-
do el armario de la ropa blanca justo antes de acostarme, y me
había hecho con varios cobertores que usaba cuando era pe-
queño, entre ellos, una abultada colcha azul decorada con per-
sonajes de El imperio contraataca y una manta roja con di-
bujos de aviones. Ninguna de las prendas por sí sola era lo
suficientemente grande para cubrirme del todo, pero las ha-
bía colocado superpuestas, una sobre los pies, otra para las
piernas y la entrepierna y una tercera sobre el pecho. Me ha-
bían dado calor suficiente como para quedarme dormido, pe-
ro ahora se habían caído y cuando me desperté estaba enco-
gido intentando entrar en calor, con las rodillas casi pegadas
al pecho y los brazos alrededor de ellas. Los pies desnudos
estaban destapados y no sentía los dedos, como si me los hu-
bieran amputado por congelación.
Tenía la cabeza confusa y sólo estaba despierto a medias.
Necesitaba orinar y entrar en calor, así que me levanté y cami-
né a tientas hasta el cuarto de baño con la manta más pequeña
sobre mis hombros, para ahuyentar el frío. Tenía la sensación
de estar todavía hecho una pelota con las rodillas pegadas al pe-
cho, aunque, sin embargo, avanzaba. Sólo cuando me encontré
frente al retrete buscando la bragueta me di cuenta de que mis
241