Page 281 - Fantasmas
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Joe HiLL
Cuando trataba de decidirlo la mujer apareció con un par de
botas en la mano y unos calcetines negros en la otra.
—Pruébatelos, a ver si te sirven —dijo.
—No, señora, no puedo hacer eso.
—Puedes y lo harás. Pruébatelos. Parecen de tu talla.
Killian se puso los calcetines y las botas. Tuvo cuidado al
meter el pie, pero aun así notó una punzada de dolor en el to-
billo. >
—¿Te pasa algo en el pie? —preguntó la mujer.
—Me lo he torcido.
— Al saltar del tren.
—SÍí, señora. ;
La mujer sacudió la cabeza.
—Otros se matarán, y sólo por miedo a un viejo gordo
con seis dientes sanos.
Las botas le quedaban algo grandes, tal vez un núme-
ro más de la cuenta. Tenían cremallera y la piel era negra y
brillante, sólo un poco rozada en las puntas. Parecían casi
nuevas.
—¿Qué tal te quedan?
—Bien, pero no puedo quedármelas. Son nuevas.
—A mí no me sirven para nada, y mi marido ya no las
necesita. Murió el pasado julio.
—Lo siento.
—Yo también —dijo ella sin cambiar la expresión de su
cara—. ¿Quieres un poco de café? No te lo he ofrecido.
Killian no contestó, así que la mujer le sirvió una taza.
Después se sirvió otra ella y se sentó a la mesa.
—Murió en un accidente de camión —dijo—. Un camión
de obras públicas que volcó. No fue el único que murió, tam-
bién otros cinco hombres. Tal vez lo has leído, salió mucho en
los periódicos.
Killian no contestó. No sabía nada de aquello.