Page 37 - Fantasmas
P. 37

Joe  HitL



       chas personas  creando  basura para  que se  den unos  pocos  pro-
       ductos de talento.  Todos  tenían  derecho  a probar suerte,  a equi-
       vocarse,  a aprender de sus  errores  y a intentarlo  otra  vez.  Siem-
       pre hay algún diamante  oculto.  Habló de Clive Barker, y de Kelly
       Link, de Stephen Gallagher y Peter  Kilrue.  Habló  de «Button-
       boy». Añadió  que para él no  había nada mejor que descubrir  al-
       go fresco y emocionante,  pues  siempre disfrutaría  de ese  impac-
       to  terrible  y feliz  al mismo  tiempo.  Y mientras  hablaba  se  dio
       cuenta  de que lo que decía era  cierto.  Cuando  terminó  su  inter-
       vención  algunas personas  de las filas traseras  comenzaron a aplau-
       dir y los aplausos  reverberaron  en  la sala, como  el agua  de una
       piscina rizada por el viento, y conforme  se extendía  el sonido, la
       gente empezó a levantarse.
             Cuando,  finalizada  la mesa  redonda,  salió de detrás  de la
       mesa  para  estrechar  unas  cuantas  manos,  estaba  sudando.  Se
       quitó las gafas para  enjugarse  la cara  con  el faldón  de la cami-
       sa, y antes  de que le diera tiempo a ponérselas  se encontró  dan-
       do la mano  a una  figura delgada y diminuta.  Mientras  se  ajus-
       taba las gafas a la nariz reconoció  en quien le saludaba  a alguien
       que no  era  de su  agrado, un  hombre  flaco con  unos  pocos  dien-
       tes  torcidos  y manchados  de nicotina  y un  bigote tan pequeño
       y pulcro que parecía pintado a lápiz.
            Se llamaba Matthew  Graham y editaba un  repugnante  fan-
       zine de terror  llamado Rancid Fantastes.  Carroll había oído que
       lo habían  arrestado  por abusar  sexualmente  de su  hijastra me-
       nor  de edad, aunque  al parecer  el caso  nunca  llegó a juicio. In-
       tentaba  que  sus  sentimientos  no  le impidieran  apreciar  a los
       autores  que publicaba  Graham,  pero  lo cierto  era  que  aún no
       había  encontrado  nada  en  Rancid  Fantasies  que  fuera  ni re-
       motamente  digno de incluirse  en  Best  New  Horror.  Los  rela-
       tos  sobre  trabajadores  de pompas  fúnebres  drogados  que vio-
       lan los cadáveres  a su  cuidado,  sobre oligofrénicas  de la América
      profunda  dando  a luz demonios  de excremento  en  retretes




                                     3)
   32   33   34   35   36   37   38   39   40   41   42