Page 55 - Fantasmas
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Joe Hit
cantarín de largas pestañas y boca tan negra que sus labios pa-
recían negros también. No le interesó, así que se dedicó a sa-
carse mocos y a cavilar cómo agenciarse una Coca-Cola sin
pagar. Entonces empezó el largometraje.
Al principio no conseguía entender qué demonios era aque-
lla película, aunque desde la primera escena temió que se tratara
de un musical. Comenzaba con los músicos de una orquesta co-
locándose en un escenario con un telón de fondo de un azul in-
sípido. A continuación salía un tipo con camisa almidonada que
procedía a anunciar al público que estaban a punto de ver una
nueva clase de espectáculo. Cuando empezó a decir idioteces acer-
ca de Walt Disney y sus artistas, Alec se deslizó en su asiento y
hundió la cabeza entre los hombros. La orquesta prorrumpió en-
tonces en un gran y teatral estruendo de violines y trompetas, y
en cuestión de segundos sus temores se habían hecho realidad.
No sólo era un musical, sino un musical de dibujos animados.
Tenía que habérselo imaginado, llena como estaba la sala de ni-
ños con sus madres, una sesión a las tres y media de la tarde, y
entre semana, que empezaba con un episodio de The Lapstick
Cowboy cantando mariconadas en las llanuras.
Transcurrido un rato, levantó la cabeza y, tras taparse la
cara con las manos, estuvo un tiempo mirando la pantalla por
entre los dedos. Era una animación abstracta: gotas de lluvia
plateadas contra un fondo de humo, rayos de sol líquido que
rielaban en un cielo ceniciento. Finalmente se enderezó en el
asiento para estar más cómodo. No estaba seguro de lo que sen-
tía. Aquello le aburría, pero al mismo tiempo le interesaba, le
fascinaba incluso. Le habría resultado difícil no mirar, pues la
sucesión de imágenes le hipnotizaba: tirabuzones de luz roja,
remolinos de estrellas, una masa de nubes brillando en el cie-
lo escarlata del anochecer.
Los niños se revolvían inquietos en sus butacas y oyó a
una niña pequeña preguntar en un susurro audible:
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