Page 59 - Fantasmas
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Joe HiLt
Retrocedió por el pasillo y empujó la puerta acolchada de
cuero para salir al vestíbulo. La claridad de la luz de la tarde lo
deslumbró y tuvo que entornar los ojos. Se sentía peligrosa-
mente descompuesto. Entonces alguien lo sujetó por el hom-
bro, le hizo girarse y atravesar la sala hasta la escalera que con-
ducía al anfiteatro. Alec se sentó, o más bien se desplomó, en el
primer peldaño.
—Quédate así un momento —le dijo alguien—. No te
levantes. Respira. ¿Tienes ganas de vomitar?
Alec negó con la cabeza.
—Porque si vas a vomitar espera a que te traiga una bol-
sa. Las manchas de esta alfombra se ven muy mal. Y el olor a
vómito le quita a la gente las ganas de comer palomitas.
Quienquiera que fuese, permaneció junto a él un mo-
mento y después, sin decir palabra, se dio la vuelta y se alejó
arrastrando los pies. Cuando regresó habría transcurrido alre-
dedor de un minuto.
—Toma. Regalo de la casa. Bébela despacio, el gas te asen-
tará el estómago.
Alec tomó un vaso de papel perlado de gotas de agua
fría, buscó el popote con la boca y dio un sorbo de Coca-Co-
la helada y burbujeante. Levantó la vista. El hombre de pie
frente a él era alto, de hombros encorvados y cintura fofa. Te-
nía el pelo oscuro, corto y erizado, y unos ojos pequeños y
pálidos que le miraban incómodos detrás de los cristales de
las gafas.
Cuando Alec habló no reconoció su propia voz:
—Hay una chica muerta ahí dentro.
El hombre se puso lívido y miró con tristeza en dirección
a las puertas de la sala.
—Nunca había venido a esta función. Creía que sólo apa-
recía en las de la noche. Por el amor de dios, es una película pa-
ra niños. ¿Qué es lo que pretende?
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