Page 62 - Fantasmas
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FANTASMAS



           colorida;  se notaba que había sido muy manoseado.  Se llamaba
           Imogene  Gilchrist  y había muerto  con  diecinueve  años.  Traba-
           jaba en  la papelería de Water  Street.  La sobrevivían  sus  padres,
           Colm  y Mary. Amigos y familiares  hablaban  de su  bonita  risa
           y su  contagioso  sentido  del humor.  De lo mucho  que le gusta-
           ba el cine. Veía todas las películas en cuanto  se  estrenaban,  en la
           primera función,  y era  capaz  de recitar  de memoria  el reparto
           completo de prácticamente  cualquier película, era  su particular
           habilidad.  Incluso  recordaba  los nombres  de los actores  que te-
           nían un  papel de sólo una  línea.  En el instituto  había  sido pre-
           sidenta  del club  de teatro,  había  actuado  en  todas  las obras  y
           también  se ocupaba de las escenografías  y la iluminación.  «Siem-
           pre pensé que acabaría siendo una  estrella de cine», decía su pro-
           fesora de teatro.  «Con  su  físico y esa  risa...  Para hacerse  famo-
           sa  le habría  bastado  que  alguien  la hubiera  enfocado  con  su
           cámara.»
                Cuando  terminó  de leer, Alec miró a su  alrededor.  La ofi-
           cina  seguía vacía.  Volvió  a mirar  la necrológica  mientras  aca-
           riciaba  el recorte  entre  los dedos  pulgar e índice.  La injusticia
           de aquello lo puso  enfermo  y durante  un  momento  sintió  una
           presión en la parte posterior de los globos oculares,  un  hormi-
           gueo,  y tuvo  la ridícula  sensación  de que iba a llorar.  Sentía que
           era  absurdo  vivir en un  mundo  en  el que una  muchacha  de die-
           cinueve  años  llena de risas  y vida pudiera morir  así, sin moti-
           vo  alguno.  La intensidad  de lo que  sentía  era  algo absurda,  en
           realidad,  teniendo  en  cuenta  que  no  la conoció  mientras  esta-
           ba viva; pero  entonces  se acordó  de Ray y de la carta  de Harry
           Truman  a su  madre,  de las palabras  «murió  con  valentía,  de-
           fendiendo  la libertad,  América  está  orgullosa  de él». Recordó
           cuando  Ray le había  llevado  a ver  Batallón  de construcción  en
           ese  mismo  cine y se habían  sentado  uno  al lado del otro  con  los
           pies apoyados  en  las butacas  delanteras  y los hombros  juntos.
           «Fíjate  en John Wayne»,  le había  dicho  Ray. «Haría  falta un




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