Page 67 - Fantasmas
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Joe  Hit



           —¿Qué  es  lo que quieres,  entonces?
           —¿Qué  tal un  trabajo?  Necesitará  a alguien para vender
     palomitas.  Prometo  no  ponerme  las uñas  postizas.
           Harry se  quedó mirándolo  un  momento  sin responder
     y a continuación  se  sacó  la mano  del bolsillo  trasero  del pan-
     talón.
           —¿Puedes  venir  los fines  de semana?  —preguntó.


           En  octubre  Alec se  entera  de que  Steven  Greenberg  es-
     tá de vuelta  en  New  Hampshire,  rodando  exteriores para  su
     nueva película  en  los terrenos  de la Academia  Phillips Exeter,
     algo con  Tom  Hanks y Haley Joel Osment  sobre  un profesor
     incomprendido  que  ayuda a niños  superdotados  con  proble-
     mas.  Alec no  necesita  saber  más para  suponer  que  Steven  es-
     tá a punto  de ganar su  segundo  Oscar.  Sin embargo a él le gus-
     tan  más  sus primeras películas,  las de género fantástico  y los
     thrillers.
           Considera  la posibilidad de acercarse  hasta allí y echar un
     vistazo,  se pregunta  si le dejarán  colarse  en  el rodaje.  Pues  cla-
     ro  que  sí, conoce  a Steven  desde  que  era  un  muchacho,  pero
     pronto  cambia  de parecer.  Deben  de ser  centenares  las personas
     de esta parte de New Hampshire  que afirman conocer  a Steven,
     y tampoco  es  que fueran amigos  íntimos.  En realidad  sólo ha-
     blaron  una  vez,  el día en  que Steven  la vio. Antes de aquello, na-
     da, y después tampoco  mucho.
           Así que se lleva una  sorpresa  cuando  un  viernes por la tar-
     de, hacia finales del mes,  recibe  una  llamada  de la asistente per-
     sonal de Steven,  una  mujer alegre y con  voz  de persona  eficiente
     llamada  Marcia.  Le dice a Alec que a Steven  le gustaría verle y
     si podría acercarse  al rodaje.  ¿Qué tal el domingo por la ma-
     ñana?  Tendrá  un pase  esperándolo  en  el edificio principal,  en
     los terrenos  de la Academia.  Sobre las diez de la mañana,  le di-
     ce  con  voz  cantarina  antes  de colgar.  Hasta pasados  unos  mi-



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