Page 65 - Fantasmas
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Joe HiLL
ban, y Alec supo que aquellas imágenes hablaban de la guerra,
de la muerte injustificada de su hermano en el Pacífico, de Amé-
rica que se siente orgullosa de él, de los cuerpos con heridas
mortales, hinchados, descomponiéndose, diseminados aquí y
allá, mecidos por las olas que rompían en la orilla de alguna le-
jana playa oriental. Hablaban de Imogene Gilchrist, que ama-
ba el cine y murió con las piernas abiertas y el cerebro anega-
do en sangre, tenía diecinueve años y sus padres se llamaban
Colm y Mary. Hablaban de los jóvenes, de cuerpos jóvenes y
sanos agujereados por las balas, la vida manando a chorros de
sus arterias, de sueños incumplidos y de ambiciones frustradas.
Hablaba de los jóvenes que aman y son amados y se van para
no volver, y de los tristes recuerdos que rodean su marcha:
Lo tengo presente en mis oraciones, Harry Truman, y siempre
pensé que acabaría siendo una estrella de cine.
En algún lugar lejano sonó la campana de una iglesia y
Alec levantó la vista. El sonido procedía de la película. Los
muertos se desvanecían y el demonio mal encarado y de an-
chas espaldas se cubría con sus grandes alas negras para pro-
tegerse de la llegada del amanecer. Hombres vestidos con tú-
nicas desfilaban a los pies de la colina portando antorchas que
brillabán con un resplandor tenue. La música sonaba en sua-
ves compases. El cielo se teñía de un azul frío y trémulo y en-
tonces la luz ascendía y el brillo del amanecer iluminaba las
ramas de los abetos y los pinos. Alec se quedó mirando la pan-
talla en una especie de veneración religiosa hasta que la pelí-
cula terminó.
—Me gustó más Dumbo —dijo Harry.
Encendió un interruptor que había en la pared y una bom-
billa desnuda iluminó la habitación con una potente luz blan-
ca. El vITAPHONE engulló el último tirabuzón de película y lo
escupió por el otro extremo, donde se enroscó en una bobi-
na. El rodillo de salida siguió girando, vacío, y haciendo un so-
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