Page 97 - Fantasmas
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Joe HitL
Cogió los globos y se los ató alrededor de la muñeca. Yo
le agarré la otra mano y juntos caminamos hacia la orilla del
mar. Rompió una ola que me empapó los tenis. El agua estaba
tan fría que me dolieron los huesos de los pies. Entonces lo le-
vanté, lo sujeté con ambos brazos y lo apreté hasta que dejó es-
capar un lúgubre quejido. Estuvimos abrazados largo rato; des-
pués abrí los brazos y lo dejé ir. Espero que, si hay otra vida
después de ésta, no nos juzguen demasiado severamente por lo
que hicimos mal aquí. Que nos perdonen los errores que co-
metimos por amor. Estoy seguro de que aquello, dejar ir a al-
guien así, tiene que ser un pecado.
Art se elevó y la corriente de aire lo zarandeó, de manera
que mientras sobrevolaba el agua con el brazo izquierdo levan-
tado sosteniendo los globos me estaba mirando. Tenía la cabeza
ladeada con expresión pensativa, como si me estuviera estudiando.
Me quedé sentado en la playa y lo vi alejarse, hasta que
no pude distinguirlo de las gaviotas que sobrevolaban y se zam-
bullían en el agua, a kilómetros de distancia. No era más que
un punto negro deambulando por el cielo. Permanecí inmóvil,
no sabía si sería capaz de levantarme. Al cabo de un rato el ho-
rizonte se tiñó de rosa oscuro y el cielo azul, de negro. Me tum-
bé de espaldas en la arena y vi salir poco a poco las estrellas. Se-
guí mirando hasta que me sentí mareado y me imaginaba
despegando del suelo y precipitándome en la noche.
Empecé a tener problemas emocionales. Cuando llegó el
momento de volver al colegio la sola visión de una silla vacía me
hacía llorar. Era incapaz de contestar a preguntas o de hacer la
tarea. Suspendí todo y tuve que repetir el último curso.
Pero, lo que era peor, ya nadie me tenía miedo. Era 1m-
posible estar asustado de mí después de haberme visto llorar
como una Magdalena en más de una ocasión. Y ya no tenía la
navaja, porque mi padre me la había confiscado.
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