Page 98 - Fantasmas
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FANTASMAS



               Un día después del colegio, Billy Spears me  dio un  puñe-
         tazo  en  la boca y me  dejó un  diente  colgando. John Erikson
          me  tiró al suelo y me  escribió  BOLSA  DE COLESTOMÍA  en la fren-
         te con  rotulador  indeleble.  Cassius  Delamitri  me  preparó una
          emboscada,  me  hizo caer  y se sentó  encima de mí aplastándome
          con  todo  su  peso  y dejándome  sin respiración.  Noquúeado  por
          la falta de aire; Art lo habría  comprendido  perfectamente.
               Evitaba  a los Roth.  Estaba  deseando  ver  a la madre  de
          Art, pero  me  mantenía  lejos de ella. Temía  que,  si hablaba  con
          ella, acabaría  contándoselo  todo, que yo había  estado  allí, que
          me  quedé de pie en  la orilla del mar  mientras  Art se alejaba. Te-
          mía lo que pudieran  decirme  sus  ojos, su  dolor y su  ira.
               Menos  de seis meses  después  de que  el cuerpo  desinfla-
          do de Art apareciera  flotando  en  la orilla de la playa de North
          Scarswell,  en  la casa  de los Roth  apareció  un  cartel  de «Se ven-
          de». Nunca volví a verlos.  La señora  Roth me  escribía  cartas  de
          vez  en cuando preguntándome  cómo  estaba, pero nunca  le con-
          testé.  Al final de sus  cartas  ponía siempre  «con  cariño».
               En el instituto  me  aficioné  al deporte y pronto  destaqué
          en  el salto con  garrocha.  Mi entrenador  dijo que la ley de la gra-
          vedad  no  se  aplicaba  en  mi caso.  El hombre  no  tenía  ni puta
          idea de lo que  es  la gravedad.  Por muy  alto que  lograra subir,
          siempre terminaba  bajando,  como  todo  el mundo.
               Gracias  al salto  con  garrocha  conseguí una  beca para  la
          universidad.  Allí no  me  relacionaba  en  absoluto.  Nadie  me  co-
          nocía, así que pude recuperar  mi vieja imagen de sociópata.  No
          iba a las fiestas  ni salía con  chicas.  No tenía ningún interés  por
          hacer  amigos.
               Una mañana  en  que atravesaba  el campus  vi acercarse  ha-
          cia mí a una  chica con  el pelo tan  negro  y brillante  que parecía
          petróleo.  Vestía  un  suéter  abultado  y una  falda tableada  hasta
          los tobillos,  un  conjunto  de lo menos  sensual, pero  bajo el que
          se adivinaba  un  cuerpo  impresionante,  de caderas  finas y pechos



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