Page 101 - Fantasmas
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Oirás  cantar  a la langosta

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             rancis  Kay se  despertó  de un  sueño  que  no  le resultó
             angustioso,  sino  placentero,  y comprobó  que  se  había
      convertido  en  un  insecto.  No le sorprendió,  pues  se trataba  de
      algo que  había  pensado  que podría suceder.  Bueno,  pensado
      no,  más  bien  deseado,  imaginado  y, si no  eso  precisamente,  al
      menos  algo parecido.  Durante  un tiempo había llegado a creer-
      se  capaz  de controlar  a las cucarachas  por telepatía,  de capita-
      near  un  ejército  de ellas  con  sus  lomos  de color  marrón  bri-
      llante marchando  con  un  estrepitoso  repiqueteo  a combatir por
      él. O; como  en  aquella película con  Vincent  Price, se había ima-
      ginado  transformado  sólo  parcialmente,  con  una  cabeza  de
      mosca  de la que brotaban  obscenos  cabellos  negros  y ojos po-
      liédricos  en  los que se  reflejaban  miles  de caras  gritando,  en  el
      lugar de la suya.
           Conservaba  su  antigua piel como  un  abrigo, la piel que
      había tenido  cuando  era  humano.  Cuatro  de sus  seis patas  aso-
      maban por hendiduras  de una  capa  de carne  húmeda,  blancuz-
      ca,  salpicada de granos  y lunares,  siniestra  y maloliente.  La vi-
      sión de su  antigua y ya desprendida  piel le provocó  un  breve
      momento  de éxtasis  y pensó: «Al cuerno  con  ella.» Estaba tum-
     bado  de espaldas,  y las patas  —segmentadas  y articuladas  de




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