Page 24 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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Whitechapel el martes pasado, y la verdad es que me olvidé por completo.

               Teníamos que haber tocado un dúo juntos… Tres dúos, creo. No sé lo que me
               dirá. Me da demasiado miedo ir a verla.
                    —Oh, yo lo ayudaré a hacer las paces con mí tía. Es muy devota de usted.
               Y  no  creo  que  de  verdad  importe  que  no  acudiera  allí.  El  público

               probablemente creyó que era un dúo. Cuando la tía Agatha se sienta al piano
               hace el ruido de dos personas.
                    —Lo que dice es horrible en lo que respecta a ella y no muy amable hacia
               mí —⁠respondió Dorian riendo.

                    Lord Henry lo miró. Sí; era en verdad extraordinariamente atractivo con
               aquella  delicada  curva  en  sus  labios  escarlata,  sus  francos  ojos  azules,  su
               cabello crespo y dorado. Había algo en su rostro que hacía confiar en él al
               instante. Todo el candor de la juventud estaba allí, así como también toda la

               apasionada pureza de la juventud. Uno tenía la sensación de que aquel joven
               se  había  mantenido  incontaminado  del  mundo.  No  era  extraño  que  Basil
               Hallward lo adorase. Estaba hecho para ser adorado.
                    —Es  usted  demasiado  encantador  para  dedicarse  a  la  filantropía,  señor

               Gray… De lejos demasiado encantador.
                    Y lord Henry se echó en el diván y abrió su pitillera.
                    Hallward había estado ocupado en mezclar colores y poner a punto sus
               pinceles. Parecía preocupado y, al oír el último comentario de lord Henry, lo

               miró, vaciló un momento, y dijo entonces:
                    —Harry,  me  gustaría  terminar  el  cuadro  hoy.  ¿Te  parecería  muy  poco
               delicado por mi parte si te pidiera que te marcharas?
                    Lord Henry sonrió y miró a Dorian Gray.

                                                               ⁠
                    —¿Debo marcharme, señor Gray? —preguntó.
                    —Oh,  por  favor,  no,  lord  Henry.  Veo  que  Basil  tiene  uno  de  sus
               momentos malhumorados, y me resulta insufrible cuando se enfada. Quiero
               que me explique por qué no debería dedicarme a la filantropía.

                    —No sé si he debido decirle eso, señor Gray. Pero, desde luego, no saldré
               corriendo  ahora  que  usted  me  ha  pedido  que  me  quede.  En  realidad,  no  te
               importa,  ¿verdad,  Basil?  A  menudo  me  has  dicho  que  te  gusta  que  tus
               modelos puedan conversar con alguien.

                    Hallward se mordió el labio.
                    —Si Dorian lo desea, por supuesto que puedes quedarte. Los caprichos de
               Dorian son órdenes para todos menos para él mismo.
                    Lord Henry tomó su sombrero y sus guantes.







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