Page 29 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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—¿Qué importa? —exclamó Dorian, riendo, mientras tomaba asiento al

               final del jardín.
                    —Sería de absoluta importancia para usted, señor Gray.
                    —¿Por qué?
                    —Porque  posee  ahora  la  más  maravillosa  juventud,  y  la  juventud  es  la

               única cosa en el mundo que merece la pena poseer.
                    —No lo siento así, lord Henry.
                    —No. No lo siente así ahora. Algún día, cuando esté viejo, arrugado y
               horrible, cuando el pensamiento haya grabado a fuego arrugas en su frente y

               la pasión haya marcado sus labios con sus horribles hierros al rojo vivo, lo
               sentirá, lo sentirá de un modo terrible. Ahora, adondequiera que vaya, hechiza
               usted al mundo. ¿Será siempre así?
                    »Tiene usted un rostro singularmente hermoso, señor Gray. No frunza el

               ceño. Lo tiene. Y la Belleza es una forma de Genio; en realidad, más elevada
               que el Genio, pues no necesita explicación. Es uno de los grandes hechos del
               mundo, como la luz del sol o la primavera, o como el reflejo en oscuras aguas
               de  esa  concha  de  plata  que  llamamos  Luna.  No  puede  cuestionarse.  Tiene

               derecho  divino  de  soberanía.  Convierte  en  príncipes  a  quienes  la  poseen.
               ¿Sonríe usted? ¡Ah! No sonreirá cuando la haya perdido.
                    »La gente dice a veces que la Belleza es sólo superficial. Tal vez así sea.
               Pero, al menos, no es tan superficial como el Pensamiento. Para mí, la Belleza

               es la maravilla de las maravillas. Sólo la gente muy superficial no juzga por
               las apariencias. El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible.
                    »Sí, señor Gray, los dioses han sido benévolos con usted. Pero lo que los
               dioses nos dan rápidamente nos lo arrebatan. No tendrá más que unos pocos

               años  en  los  que  vivir  de  verdad.  Cuando  su  juventud  se  vaya,  su  belleza
               desaparecerá  con  ella  y,  entonces,  de  repente,  descubrirá  que  no  le  quedan
               triunfos o tendrá que contentarse con esos pingües triunfos que el recuerdo de
               su pasado hará más amargos que las derrotas. Cada mes que declina lo acerca

               a  usted  más  a  algo  terrible.  El  tiempo  tiene  celos  de  usted,  y  lucha
               encarnizadamente contra sus lirios y sus rosas. Su piel se volverá amarillenta,
               se  hundirán  sus  mejillas  y  el  brillo  de  sus  ojos  se  apagará.  Sufrirá
               horriblemente.

                    »Sea consciente de su juventud mientras la posee. No malgaste el oro de
               sus días escuchando al tedioso, intentando remediar el fracaso sin esperanza
               ni entregando su vida al ignorante, al ordinario y al vulgar, que son las metas,
               los falsos ideales de nuestro tiempo. ¡Viva! ¡Viva la vida maravillosa que hay







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