Page 25 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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—Eres muy insistente, Basil, pero debo irme. He prometido encontrarme
con alguien en el Orleans. Adiós, señor Gray. Venga a verme mañana por la
tarde a la calle Curzon. Suelo encontrarme en casa a las cinco. Pero escríbame
cuando vaya a venir. Lamentaría no estar.
—¡Basil! —exclamó Dorian Gray—. Si lord Henry se va, yo también me
iré. Jamás abres la boca mientras pintas, y es espantosamente aburrido
quedarse quieto en la tarima y tratar de parecer agradable. Pídele que se
quede. Insisto en ello.
—Quédate, Harry, para complacer a Dorian y para complacerme a mí
—dijo Hallward con la vista fija en su cuadro—. Es verdad: nunca hablo
mientras estoy trabajando, y no escucho tampoco, y debe de ser
espantosamente tedioso para mis pobres modelos. Te ruego que te quedes.
—¿Pero qué hay de mi cita en el Orleans?
Hallward rió.
—No creo que eso suponga ningún problema. Vuelve a sentarte, Harry. Y
ahora, Dorian, sube a la tarima, y no te muevas demasiado ni prestes atención
alguna a lo que lord Henry te diga. Tiene una pésima influencia en todos sus
amigos exceptuándome a mí.
Dorian subió a la tarima con el aire de un joven mártir griego, e hizo una
leve moue de fastidio a lord Henry, que ya había empezado a gustarle
bastante. Era tan distinto a Hallward… Ambos hacían un delicioso contraste.
Y tenía una voz tan hermosa… Tras unos breves instantes, le preguntó:
—¿Es usted de verdad tan mala influencia, lord Henry? ¿Tan mala como
dice Basil?
—No existe la buena influencia, señor Gray. Toda influencia es inmoral
(inmoral desde el punto de vista científico).
—¿Por qué?
—Porque influenciar a una persona es entregarle nuestra propia alma. Esta
deja de pensar con sus pensamientos naturales y de arder con sus pasiones
naturales. No son reales sus virtudes. Sus pecados, si es que los pecados
existen, son prestados. Se convierte en el eco de la música de otra persona, en
el actor que interpreta un papel que no se ha escrito para él. El propósito de la
vida es la autorrevelación. Descubrir perfectamente la propia naturaleza (esto
es, para qué estamos aquí cada uno de nosotros). La gente tiene miedo de sí
misma hoy en día. Ha olvidado su más alto deber, el deber que uno tiene
consigo. Por supuesto, es caritativa. Da de comer al hambriento y viste al
pordiosero. Pero su propia alma sufre hambre y desnudez. El coraje ha
desaparecido de nuestra raza. Tal vez, en realidad, nunca lo tuvimos. El terror
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