Page 30 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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en usted! Que nada se pierda. Vaya siempre en busca de nuevas sensaciones.

               No le tenga miedo a nada.
                    »¡Un nuevo hedonismo! Eso es lo que nuestro siglo necesita. Usted podría
               ser su símbolo visible. Con su personalidad, no hay nada que no pueda hacer.
               El mundo es suyo por una temporada.

                    »Desde el instante en que le he conocido, he visto que era bastante ajeno a
               lo que es en realidad, a lo que podría ser en realidad. Había tanto en usted que
               me gustaba que sentí que debía decirle algo sobre sí mismo. Pensé que sería
               trágico que lo desperdiciara. Porque es tan poco el tiempo que le durará su

               juventud, tan poco tiempo…
                    »Las flores silvestres comunes se marchitan, pero vuelven a florecer. El
               laburno  será  tan  dorado  el  próximo  junio  como  ahora.  En  un  mes  habrá
               estrellas de púrpura sobre la clemátide, y año tras año la verde noche de sus

               hojas tendrá sus estrellas de fuego. Pero nosotros nunca recobraremos nuestra
               juventud. El pulso alegre que late en nosotros a los veinte se vuelve perezoso.
               Se  debilitan  nuestros  miembros  y  se  deterioran  nuestros  sentidos.
               Degeneramos en espantosas marionetas atormentadas por el recuerdo de las

               pasiones que tanto nos asustaron y las exquisitas tentaciones a las que no nos
               atrevimos a ceder. ¡Juventud! ¡Juventud! ¡No hay absolutamente nada en el
               mundo como la juventud!
                    Dorian Gray escuchaba con los ojos abiertos y asombrado. La vara de lilas

               cayó de su mano a la grava. Un abejorro revoloteó con su zumbido alrededor
               por  un  momento.  Luego  comenzó  a  recorrer  la  gastada  púrpura  de  las
               pequeñas flores. Él la observaba con ese extraño interés por las cosas triviales
               que  intentamos  mostrar  cuando  las  cosas  importantes  nos  dan  miedo,  o

               cuando nos conmueve alguna emoción nueva para la que no somos capaces
               de  hallar  expresión,  o  cuando  algún  pensamiento  que  nos  aterra  asedia  de
               pronto nuestra mente exigiéndonos rendición. Tras un momento, se marchó
               volando. Él lo vio trepar hasta la trompeta moteada de un convólvulo tirio. La

               flor pareció temblar, y luego mecerse suavemente.
                    De repente, Hallward apareció en la puerta del estudio y les hizo señas
               frenéticas  de  que  entraran.  Ambos  se  volvieron  el  uno  hacia  el  otro  y
               sonrieron.

                                                                  ⁠
                    —Estoy esperando —exclamó Hallward—. Entrad. La luz es casi perfecta
               y podéis traer vuestras bebidas.
                    Los  dos  se  levantaron  y  recorrieron  juntos  el  camino.  Dos  mariposas
               verdiblancas pasaron revoloteando y los dejaron atrás, y en el peral que había

               al final del jardín comenzó a cantar un tordo.




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