Page 32 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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consciencia de que Hallward le hablaba, pero sin captar el significado de sus
palabras. El sentido de su propia belleza se apoderó de él como una
revelación. Jamás lo había tenido hasta entonces. Los cumplidos de Basil
Hallward le habían parecido meras exageraciones amables de la amistad. Las
había escuchado; se había reído de ellas; las había olvidado. No habían
influenciado su naturaleza. Entonces había llegado lord Henry con su extraño
panegírico de la juventud, sus terribles advertencias sobre la brevedad de ésta.
Aquello lo había conmovido en ese momento, y ahora, contemplando desde la
sombra de su propio atractivo, la completa realidad de la descripción lo
iluminó. Sí. Llegaría el día en que su rostro estaría arrugado y marchito; sus
ojos sombríos y sin color; la gracia de su figura rota y deforme. El color
escarlata moriría en sus labios y le arrebatarían el oro del cabello. La misma
vida que iba a construir su alma asolaría su cuerpo. Se volvería innoble,
repulsivo y zafio.
Mientras pensaba en ello, una aguda punzada de dolor lo atravesó como
un cuchillo e hizo temblar cada delicada fibra de su naturaleza. Sus ojos
adquirieron la profundidad de la amatista y los veló la niebla de las lágrimas.
Le parecía como si una mano de hielo hubiera tomado su corazón.
—¿No te gusta? —exclamó Hallward al fin, un tanto herido por el silencio
del muchacho y sin entender lo que significaba.
—Por supuesto que le gusta —dijo lord Henry—. ¿A quién no le gustaría?
Es una de las cumbres del arte moderno. Te daré lo que me pidas por él. Tiene
que ser mío.
—No es de mi propiedad, Harry.
—¿A quién pertenece?
—A Dorian, por supuesto.
—Es alguien muy afortunado.
—¡Qué triste es! —murmuró Dorian con la vista aún clavada en su propio
retrato—. ¡Qué triste es! Me haré viejo, y desagradable, y repulsivo. Pero este
retrato seguirá siendo siempre joven. Nunca será más viejo que en este día de
junio. ¡Ojalá fuera al revés! ¡Que yo pudiera ser siempre joven y el cuadro el
que fuera envejeciendo! ¡Así es; no hay nada en el mundo que no diera a
cambio!
—A ti no te gustaría demasiado ese acuerdo, Basil —exclamó lord Henry
riendo—. Serían líneas muy duras para ti.
—Me opondría muy encarecidamente, Harry.
Dorian Gray se volvió y lo miró.
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