Page 35 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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sirvió  el  té.  Los  dos  hombres  se  acercaron  lánguidamente  hasta  la  mesa  y

               examinaron lo que había bajo las tapaderas.
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                    —Vayamos al teatro esta noche —dijo lord Henry⁠—. Seguro que tienen
               que representar algo en alguna parte. He prometido cenar en casa de White,
               pero como se trata tan sólo de un viejo amigo, puedo telegrafiarle y decir que

               estoy enfermo, o que me es imposible acudir por un compromiso posterior.
               Creo que será una buena excusa (tendrá el efecto sorpresa de la candidez).
                                                                               ⁠
                    —Es tan aburrido tener que vestir traje de noche —musitó Hallward⁠—. Y,
               cuando lo llevas puesto, es tan horrible.

                    —Así es —respondió lord Henry como adormilado⁠—, los trajes de hoy
               son  detestables.  Tan  sombríos  y  deprimentes…  El  pecado  es  el  único
               elemento de color que le queda a la vida moderna.
                    —La verdad es que no deberías decir cosas como esa delante de Dorian,

               Harry.
                    —¿Delante  de  qué  Dorian?  ¿El  que  nos  está  sirviendo  el  té  o  el  del
               retrato?
                    —Delante de ninguno de los dos.

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                    —Me gustaría acompañarlo al teatro, lord Henry —dijo el muchacho.
                    —Entonces vendrá. Y tú también vendrás, Basil, ¿verdad?
                    —La verdad es que no puedo. No tan temprano. Me queda mucho trabajo
               por hacer.

                    —Bien, entonces iremos usted y yo solos, señor Gray.
                    —Me encantaría.
                    Basil Hallward se mordió el labio y se dirigió, con una taza en la mano,
               hacia el cuadro.

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                    —Yo me quedaré con el Dorian real —dijo con tristeza.
                    —¿Ése es el Dorian real? —exclamó el modelo del retrato corriendo hacia
                 ⁠
               él—. ¿Es que en realidad soy ése?
                    —Sí; eres exactamente ése.

                    —¡Es extraordinario, Basil!
                    —Al menos en apariencia eres como él. Pero él nunca cambiará —⁠dijo
                          ⁠
               Hallward—. Eso ya es algo.
                                                                                                      ⁠
                    —Qué importancia le da la gente a la fidelidad —⁠murmuró lord Henry—.
               Y, después de todo, es una pura cuestión de fisiología. No tiene nada que ver
               con  nuestra  voluntad.  O  es  un  accidente  desafortunado  o  el  desagradable
               resultado de un temperamento. Los jóvenes quieren ser fíeles y no lo son. Los
               viejos quieren ser infieles y no pueden. Eso es todo cuando podemos decir.







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