Page 34 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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mesa de pinturas de madera de pino que estaba bajo la gran ventana con
cortinas. ¿Qué estaba haciendo allí? Sus dedos se extraviaron entre el
desorden de tubos de latón y pinceles secos en busca de algo. Sí, era la
espátula larga, con su delgada hoja flexible de acero. La había encontrado al
fin. Iba a rasgar el lienzo.
Con un sollozo reprimido, saltó del sofá y, precipitándose sobre Hallward,
le arrebató la espátula de la mano y la arrojó al otro extremo del estudio.
—¡No, Basil! ¡No! —gritó—. ¡Sería un asesinato!
—Me alegra que al fin aprecies mi obra, Dorian —respondió Hallward
fríamente cuando se hubo recobrado de la sorpresa—. Nunca creí que llegaras
a hacerlo.
—¿Apreciarla? Estoy enamorado de ella, Basil. Es parte de mí; así lo
siento.
—Bueno, en cuanto estés seco, serás barnizado y enmarcado, y enviado a
tu casa. Entonces podrás hacer lo que gustes contigo mismo.
Cruzó luego la habitación e hizo sonar el timbre para el té.
—Por supuesto, querrás té, ¿verdad, Dorian? Supongo que igual que tú,
Harry, ¿me equivoco? El té es el único placer sencillo que nos queda.
—No me gustan los placeres sencillos —dijo lord Henry—. Y sólo me
gustan las escenas sobre las tablas. ¡Qué absurdos sois los dos! Me pregunto
quién fue el que definió al hombre como un animal con raciocinio. Fue la
definición más apresurada que se haya dado jamás. El hombre es muchas
cosas, pero no racional. Y, después de todo, me alegro de que no lo sea.
Aunque desearía que vosotros dos, muchachos, no riñerais por el cuadro. Lo
mejor sería que me dejaras quedármelo, Basil. Este niño tonto en realidad no
lo quiere, y yo sí.
—¡Si dejas que otro se lo quede, Basil, no te perdonaré nunca! —gritó
Dorian Gray—. Y no permito que nadie me llame niño tonto.
—Sabes que el cuadro es tuyo, Dorian. Te lo di antes de que existiera.
—Y usted sabe que ha sido un tanto idiota, señor Gray, y que en realidad
no le importa que lo llamen niño.
—Me habría importado mucho esta mañana, lord Henry.
—¡Ah! ¡Esta mañana! Ha vivido usted desde entonces.
En ese momento llamaron a la puerta y el mayordomo entró con la
bandeja del té y la dejó sobre una mesita japonesa. Hubo un tintineo de tazas
y platillos, y se oyó el siseo de una tetera georgiana estriada. Un sirviente
llevaba dos platos de porcelana en forma de globo. Dorian Gray se acercó y
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