Page 31 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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—Se  alegra  usted  de  haberme  conocido,  señor  Gray  —⁠dijo  lord  Henry

               mirándolo.
                    —Así es. Me alegro ahora. ¿Debería preguntarme si me alegraré siempre?
                    —¡Siempre!  Terrible  palabra  es  ésa.  Me  hace  temblar  cada  vez  que  la
               oigo. Las mujeres son tan aficionadas a usarla… Estropean cualquier romance

               intentando hacer que dure eternamente. Ésa es otra palabra carente de sentido.
               La única diferencia entre el capricho y la pasión de toda una vida es que el
               capricho dura un poco más.
                    Cuando entraban en el estudio, Dorian Gray puso la mano en el brazo de

               lord Henry.
                                                                                               ⁠
                    —En  tal  caso,  que  nuestra  amistad  sea  un  capricho  —murmuró
               ruborizándose ante su propia audacia, y a continuación subió a la tarima y
               volvió a posar.

                    Lord Henry se arrellanó en un enorme sofá de mimbre y lo observó. El
               acariciar y golpear del pincel sobre el lienzo eran el único sonido que rompía
               la  quietud,  salvo  cuando  Hallward  daba  un  paso  hacia  atrás  de  cuando  en
               cuando para mirar su obra desde cierta distancia. En el silencio, unos rayos

               oblicuos en los que el polvo danzaba y era de oro entraban a raudales por la
               puerta abierta. El intenso perfume de las rosas parecía invadirlo todo.
                    Tras  alrededor  de  un  cuarto  de  hora,  Hallward  dejó  de  pintar.  Miró
               durante un buen rato a Dorian Gray y luego, durante un buen rato, al cuadro

               mientras mordisqueaba el extremo de uno de sus enormes pinceles y sonreía.
                    —Ya casi está listo —exclamó al fin, y se inclinó para escribir su nombre
               en finas letras de color bermellón en la esquina izquierda del cuadro.
                    Lord Henry se acercó y lo examinó. Era ciertamente una maravillosa obra

               de arte, y un maravilloso retrato también.
                    —Mi más entusiasta felicitación, querido amigo —⁠dijo⁠—. Venga y véase
               usted mismo, señor Gray.
                    El joven se levantó como si despertara de un sueño.

                    —¿De verdad está terminado? —⁠murmuró bajando de la tarima.
                    —Casi  terminado  —dijo  Hallward—.  Y  hoy  has  posado  de  forma
               espléndida. Te estoy tremendamente agradecido.
                                                                                    ⁠
                    —Eso es del todo debido a mí —⁠intervino lord Henry—. ¿Verdad, señor
               Gray?
                    Dorian no respondió, pasó indiferente por delante de su retrato y se volvió
               hacia él. Al verlo, retrocedió y sus mejillas se encendieron de placer por un
               momento. Una mirada de alegría asomó a sus ojos, como si por primera vez

               se  hubiera  reconocido.  Permaneció  allí  inmóvil  y  asombrado,  con  la  vaga




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