Page 28 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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un calor horrible en el estudio. Basil, permítenos tomar algo helado de beber,
algo que lleve fresas.
—Por supuesto, Harry. No tienes más que tocar el timbre, y cuando venga
Parker le diré lo que queréis. Yo tengo que preparar este fondo, por lo que iré
a reunirme con vosotros más tarde. No entretengas demasiado a Dorian.
Nunca he estado en mejor forma para pintar que hoy. Ésta va a ser mi obra
maestra. Ya es mi obra maestra tal como está.
Lord Henry salió al jardín, y encontró a Dorian con el rostro hundido en
las enormes y frescas lilas, bebiendo enfebrecido su perfume como si fuera
vino. Se acercó a él y le puso la mano en el hombro.
—Hace muy bien —murmuró—. Nada puede curar el alma salvo los
sentidos; del mismo modo que nada puede curar los sentidos salvo el alma.
El joven se sobresaltó y retrocedió. Llevaba la cabeza descubierta, y las
hojas habían desordenado sus rizos rebeldes y enmarañado sus hebras
doradas. Había en sus ojos una mirada de temor, como la de quien ha sido
despertado de una forma brusca. Las delicadamente cinceladas aletas de su
nariz temblaban, y algún nervio escondido agitaba el escarlata de sus labios y
los dejaba temblorosos.
—Sí —continuó lord Henry—, éste es uno de los grandes secretos de la
vida: curar el alma por medio de los sentidos y los sentidos por medio del
espíritu. Es usted una criatura maravillosa. Sabe más de lo que cree saber, del
mismo modo que sabe menos de lo que querría.
Dorian Gray frunció el ceño y volvió la cabeza, No podía evitar que le
agradara aquel joven alto y elegante que se hallaba junto a él. Su romántico
rostro oliváceo y la expresión cansada le interesaban. Había algo en su voz
grave y lánguida que era absolutamente fascinante. Incluso sus manos frescas
y blancas como flores tenían un curioso encanto. Se movían, cuando hablaba,
como al son de una música, y parecían tener su propio lenguaje. Pero sentía
miedo ante él, y lo avergonzaba tener miedo. ¿Por qué un extraño lo había
hecho revelarse ante sí mismo? Había tratado a Basil Hallward durante meses,
pero la amistad entre ellos jamás lo había perturbado. De repente, se había
encontrado con alguien que parecía haberle mostrado el misterio de la vida.
Y, sin embargo, ¿qué había allí que temer? No era ni un colegial ni una niña.
Era absurdo tener miedo.
—Vamos a sentarnos a la sombra —dijo lord Henry—. Parker ha traído
fuera las bebidas y, si se queda más tiempo bajo esa llamarada, se marchitará
y Basil no volverá a pintarlo nunca. Verdaderamente no debe dejarse quemar
por el sol. Sería muy inconveniente para usted.
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