Page 38 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
P. 38

3








                                           IERTA  TARDE,  un  mes  después,  Dorian  Gray  se

                                           hallaba  recostado  en  un  lujoso  sillón  de  la  pequeña
                                           biblioteca de la casa de lord Henry en la calle Curzon.
                                           Era, a su modo, una habitación con gran encanto, con

                                           los  altos  paneles  de  su  revestimiento  de  madera  de
                                           roble  teñidos  de  verde  oliváceo,  sus  frisos  color
                                           crema,  sus  techos  con  relieves  de  escayola  y  su
                                           moqueta de fieltro color ladrillo cubierta de alfombras
               persas con largos flecos de seda. Sobre una mesita de madera satinada había

               una estatuilla de Clodión, y junto a ella descansaba un ejemplar de Les Cent
               Nouvelles encuadernado para Margarita de Valois por Clovis Eve y salpicado
               de  las  margaritas  doradas  que  la  reina  había  elegido  como  emblema.  Unos

               grandes jarrones azules de porcelana llenos de tulipanes loro formaban una
               hilera  sobre  la  repisa  de  la  chimenea,  y  a  través  de  los  pequeños  vidrios
               emplomados de la ventana entraba a raudales la luz color albaricoque de un
               día de verano londinense.
                    Lord  Henry  no  había  llegado  aún.  Llegaba  tarde  siempre  por  principio,

               siendo este principio suyo que la puntualidad era la ladrona del tiempo. Así
               que  la  expresión  del  muchacho  era  más  bien  malhumorada  mientras,  con
               indolentes  dedos,  pasaba  las  páginas  de  una  edición  de  Manon  Lescaut

               ilustrada con refinamiento que había encontrado en una de las estanterías. El
               tictac monótono y solemne del reloj Luis XIV lo irritaba. Pensó en marcharse
               un par de veces.
                    Al fin, oyó unos leves pasos fuera, y la puerta se abrió.



                                                       Página 38
   33   34   35   36   37   38   39   40   41   42   43