Page 43 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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—Diría que El chico idiota o Mudo pero inocente. A nuestros padres
solían gustarles esa clase de obras, tengo entendido. Cuanto más vivo, Dorian,
más convencido estoy de que lo que era lo bastante bueno para nuestros
padres no es lo bastante bueno para nosotros. En arte, como en política, les
grand-pères ont toujours tort.
—La obra era lo bastante buena para nosotros, Harry. Era Romeo y
Julieta. Debo admitir que me irritó bastante la idea de ver a Shakespeare
representado en un agujero tan inmundo como aquél. Pero atrapó mi interés
en cierto modo. En cualquier caso, decidí esperar al primer acto. Había una
orquesta terrible presidida por un judío joven sentado a un piano desafinado
que casi logró que me fuera, pero al fin el telón se levantó y comenzó la obra.
Romeo era un corpulento señor mayor con cejas de corcho, una voz ronca de
tragedia y figura semejante a un barril de cerveza. Mercurio era casi tan malo.
Hacía su papel un comediante bajo que introducía chistes de su cosecha y
mostraba la mayor familiaridad con el patio de butacas. Resultaban tan
grotescos como la escena, que parecía salida de una pantomima de hace
cincuenta años. ¡Pero, Julieta! Harry, imagina a una muchacha de apenas
diecisiete años con un pequeño rostro de flor, una cabecita griega con bucles
trenzados de cabellos de un castaño oscuro, ojos que eran pozos violeta de
pasión, labios que eran como los pétalos de un rosa… Era la criatura más
encantadora que había visto en mi vida. Tú me dijiste una vez que el
patetismo te dejaba indiferente, pero que la belleza, la mera belleza podía
llenar tus ojos de lágrimas. Te diré, Harry, que yo casi no podía ver a aquella
muchacha a través de las lágrimas que brotaron de mí. Y su voz… Jamás
había oído una voz semejante. Era muy baja al principio, con dulces notas
profundas que parecían caer en el oído una por una. Luego subía algo más y
sonaba como una flauta o un oboe lejano. En la escena del jardín poseía todo
ese trémulo éxtasis que oímos justo antes del alba cuando cantan los
ruiseñores. Hubo momentos, después, en que adquirió la violenta pasión de
los violines. Tú sabes cómo puede conmovernos una voz. Tu voz y la de Sybil
Vane son dos cosas que no olvidaré nunca. Cuando cierro los ojos, las oigo, y
cada una dice algo diferente. No sé cuál de ellas seguir. ¿Por qué no debería
amarla? Harry, la amo. Ella lo es todo para mí en la vida. Noche tras noche
voy a verla actuar. Una noche es Rosalinda y la siguiente Imogen. La he visto
morir en la penumbra de un sepulcro italiano, sorbiendo el veneno de los
labios de su amante. La he visto vagar por el bosque de Arden, disfrazada de
hermoso muchacho, con calzas y jubón y gorro elegante. Ha enloquecido y ha
comparecido en presencia de un rey culpable, y la han adornado con ruda y le
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