Page 44 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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han dado a probar hierbas amargas. Ha sido inocente, y las negras manos de

               los celos han aplastado su cuello de junco. La he visto en todas las épocas y
               con  todos  los  atuendos.  Las  mujeres  ordinarias  jamás  estimulan  nuestra
               imaginación. Están encerradas en nuestro siglo. Ningún brillo las transfigura.
               Uno  conoce  sus  mentes  con  la  misma  facilidad  con  que  conoce  sus

               sombreros. Siempre puede encontrarlas. Pasean en coche por el parque por la
               mañana y parlotean por la tarde en reuniones de té. Poseen la misma sonrisa
               estereotipada y las mismas costumbres de moda. Son bastante obvias. ¡Pero,
               una actriz! ¡Qué diferente es una actriz! ¿Por qué no me dijiste, Harry, que

               una actriz es la única criatura digna de ser amada?
                    —Porque he amado a muchas de ellas, Dorian.
                    —Oh, sí, horribles mujeres de pelo teñido y rostros maquillados.
                    —No  menosprecies  el  pelo  teñido  ni  los  rostros  maquillados.  Hay  un

               extraordinario atractivo en ellos a veces.
                    —Desearía ahora no haberte dicho nada acerca de Sybil Vane.
                    —No podías evitar contármelo, Dorian. Durante toda tu vida me contarás
               todo lo que hagas.

                    —Sí,  Harry.  Creo  que  es  verdad.  No  puedo  evitar  contarte  las  cosas.
               Posees una extraña influencia sobre mí. Si alguna vez cometiera un crimen,
               vendría a confiártelo. Tú me entenderías.
                    —La gente como tú (los caprichosos rayos de sol de la vida) no comete

               crímenes, Dorian. Pero igualmente me halaga mucho el cumplido. Y ahora,
               dime. (Sé un buen chico y acércame las cerillas. Gracias). ¿Es Sybil Vane tu
               amante?
                    Dorian Gray se puso de pie de un salto con las mejillas encendidas y los

               ojos en llamas.
                    —¿Cómo te atreves a sugerir tal cosa, Harry? Es horrible. ¡Sybil Vane es
               sagrada!
                    —Las  cosas  sagradas  son  las  únicas  que  merece  la  pena  tocar,  Dorian
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               —dijo lord Henry con un extraño dejo de patetismo en su voz—. ¿Pero qué
               razón  tienes  para  enfadarte?  Supongo  que  ella  será  tu  amante  algún  día.
               Cuando uno está enamorado, siempre empieza por engañarse a sí mismo y
               termina  por  engañar  a  otros.  En  eso  consiste  lo  que  el  mundo  llama  un

               romance. Supongo, en todo caso, que la conoces.
                    —Por supuesto que la conozco. La primera noche que estuve en el teatro,
               el horrible viejo judío vino al palco cuando hubo acabado la representación y
               me ofreció llevarme tras las bambalinas y presentármela. Me enfurecí con él,

               y  le  dije  que  Julieta  llevaba  muerta  centenares  de  años  y  que  su  cuerpo




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